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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Las puertas de Palacio

Salvador Sostresel

Se ha puesto de moda creer que el PP es un partido blando y que no hizo nada para frenar al independentismo. Se ha puesto de moda dar por supuesto que el presidente Rajoy fue un cobarde, un inútil, alguien que no hizo nada o se puso de perfil ante el gran desafío.

Ciudadanos fue quien primero se benefició de esta moda, ganando las elecciones del 155 en Cataluña y dejando a los populares con apenas cuatro escaños. Luego a Rivera se le vieron las costuras, y que el implante más que pelo era una metáfora, y llegó Vox, que ahora parece que es el único partido que entiende España.

En Cataluña pasó lo mismo hace algunos años. Primero se puso de moda decir que Convergència era regionalista, cobarde, cínica, y Esquerra parecía la única garantía. Luego llegó la CUP, y como VOX parecieron los únicos puros. Hoy nadie se atreve a discutir el naufragio del proceso independentista. Y aunque causas ha habido muchas, y muy diversas, el primer movimiento del fracaso fue cuando Esquerra se puso de moda, Convergència perdió la calma y dejó de ser un partido serio.

El PNV superó con mucha más clase, y acierto, la tonta deriva del plan Ibarretxe. Dudó, se tambaleó, perdió Ajuria Enea, pero en lugar de volverse loco en una absurda competición con Bildu, se quedó quieto. Ordenado, limpito y quieto. Como hace siempre la derecha cuando tiene problemas, hasta que las aguas vuelven a su cauce, es sólo cuestión de tiempo.

No sólo no es cierto que el presidente Rajoy no hiciera nada, o que se comportara como un cobarde, sino que tomó las medidas más duras que jamás se habían tomado desde la recuperación de la democracia. Unas medidas que además funcionaron: el golpe fue sofocado. la independencia de Cataluña no se hizo efectiva, la mitad del Govern se fugó, la otra mitad se entregó y ha sido puesta ante la Justicia. Persiste el sentimiento independentista en cientos de miles de catalanes -un gobierno no cura sentimientos- pero nadie con dos dedos de frente cree que la independencia sea posible.

La moda de Esquerra acabó con la CUP decapitando a Mas, con Convergència extinguida y con un tal Puigdemont enloquecido tomando las peores decisiones para Cataluña, para España y para él mismo. En la época de Pujol, este chico no habría pasado de conserje dentro del partido. Pero no por independentista, sino por estúpido.

La moda de Ciudadanos acabó propiciando la moción de censura contra el presidente Rajoy y que Pedro Sánchez tomara La Moncloa, y también la emergencia de VOX. La derecha, en España, cuando se excita, grita más que nadie, pero pierde el centro y su vocación mayoritaria como vimos en el pinchazo de Colón. Y como vimos también, hace más de diez años, de 2004 a 2008, en aquella oposición al bulto liderada por Acebes y Zaplana que hizo que un pobre hombre como Zapatero pudiera derrotar por segunda vez al PP.

La derecha es lo que es y los inventos y las estridencias no forman parte de nuestra naturaleza, y cuando nos ponemos estupendos acaba ganando la izquierda. Todo lo que se va del PP favorece que independentistas, socialistas y comunistas estén en el poder, y Albert Rivera tiene perfectamente pensado pactar con Sánchez si el resultado lo permite con la excusa de abortar así el “gobierno Frankenstein”.

La derecha excitada es la victoria de la izquierda. La derecha dividida es la victoria de la izquierda. Las aventuras de la derecha son la victoria de la izquierda y cada vez que nos alejamos de la moderación, del centro, del principio de autoridad y de la jerarquía, abrimos las puertas de Palacio a la turba. La moda de insultar al PP y al presidente Rajoy, la moda de enaltecer primero a Ciudadanos y luego a Vox, forma parte de la historia trágica de España, en la que los malos no tienen ni siquiera que recurrir al mal para ganarnos, porque también en la derecha los idiotas son legión y ya se encargan de abrirles decididamente el paso.

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