Hace unos días, Alejandro Sanz paró uno de sus conciertos para echar a un hombre que estaba agrediendo a su chica. “No soporto que se maltrate a nadie, y menos a una mujer”, dijo el cantante antes de retomar su actuación. Alguien lo grabó, lo subió a Youtube, y pronto el vídeo se hizo viral y recibió el cantante las felicitaciones de todo el mundo.
¿He dicho de todo el mundo? Pues no, porque a las feministas tampoco esto les pareció bien y han acusado al artista de promover el machismo con su intervención. Textualmente han dicho que Sanz hizo aquella noche “mucho más por perpetuar el patriarcado que por erradicarlo, porque defendió a la mujer desde la idea que es débil y menor”.
El feminismo no es una causa, es un negocio. Un negocio de tantas y tantas mujeres que viven de inventarse agravios como el de Alejandro para justificar sus observadores, institutos u organizaciones, y su correspondiente remuneración, de la que siempre nos ocupamos nosotros. El feminismo fomenta el odio para que luego algunas puedan hacerse las bomberas que acuden a sofocar el incendio que ellas mismas provocaron.
¿Qué se supone que tenía que haber hecho Alejandro Sanz? ¿Contribuir a la paliza? ¿Qué feminista dio la cara aquella noche por aquella chica? El feminismo está enfermo de odio, y no busca ninguna conciliación, sino el revanchismo que perpetúa el conflicto.
Ni el patriarcado es peor que el matriarcado, ni el amor romántico es un crimen, ni ser un hombre es ser un asesino en potencia. Señalar las virtudes del macho, o los defectos de la mujer, tampoco es machismo ni violencia de género. Y el humor no mata. El humor cura. Lo cura todo. Hasta mentes tan enfermizas y totalitarias como el feminismo, con su rabia y con su odio.
Son viejas las críticas de las feministas a Alejandro Sanz por sus letras. Es un absoluto delirio. Es la mala fe llevada al extremo de todas las locuras censoras.
Alejandro es un magnífico artista, con sus canciones ha hecho feliz a hombres y mujeres de todo el mundo, y con su arte ha elevado el prestigio de nuestro país además de lógicamente el suyo.
No es nuevo y es más viejo que la tiña que el revés del talento sean los ladridos de cuatro histéricas resentidas.
Otros temas Salvador Sostresel