Entrando en Nobu me cruzo con Claudia Schiffer, que ya salía. Radiante y bellísima, incluso más que en las fotografías. Magnífica. Le sonrío y me sonríe, sin ninguna arrogancia, con toda la amabilidad de quien sabe que llevarás siempre más contigo su sonrisa.
Schiffer ha hecho de su belleza su vida, y la nuestra, que hemos crecido rendidos a su gracia infinita. Todo lo que han dicho las feministas es mentira. Ni ser bella desmerece a nadie ni apreciar la belleza es machismo. La belleza femenina, la clase de una chica, es la más alta categoría del mundo y tratar de desmentirlo es profundamente estúpido.
El feminismo arraiga en la impotencia, en la fealdad, en la gente que se siente incómoda con los planes de Dios porque se siente incómoda consigo misma. La belleza de una chica es una totalidad y cinco segundos con Claudia Schiffer infunden toda la esperanza que un hombre necesita para confirmar su fe. Querías una prueba y ya la tienes. Tú que podrás decir que en una noche londinense te sonrió Claudia Schiffer.
¿Por qué hay feministas? ¿Dónde nace este odio, este oscuro furor por destruir cualquier hermosura?
Yo al principio creía que era ideológico, pero estaba equivocado. El feminismo, el animalismo, el medioambientalismo o el vegeterianismo, y todas las ramificaciones del izquierdismo, se disfrazan de ideología pero son sólo malestar. Malestar. Hay gente que no está bien, gente que por lo que sea no se siente bien en el contexto que le ha tocado y que en lugar de entenderlo, o de cambiarlo, nos lo hacen pagar a los demás como si tuviéramos alguna culpa.
El izquierdismo y sus afluentes no son una ideología. Son que Claudia Schiffer te sonría y ponerte rabioso en lugar de dejar que fluya la alegría. Son despreciar a Nobu y amargarse con un triste plato de verduras. Los que creen que los animales tienen derechos nos matarían si nos tuvieran a tiro.
Y no le des más vueltas. Hay gente que no está bien, que no se siente a gusto. Ni son los más pobres, ni siquiera son pobres. Ni son los más desgraciados ni siquiera han sido víctimas de ninguna desgracia especialmente consignable. Simplemente no encajan, no se adaptan al ritmo, y en lugar de trabajar el movimiento, como hacemos todos cuando en algo nos encallamos, desarrollan las más truculentas e infundadas teorías para cargarnos el muerto de su disgusto.
Esto es la izquierda, esto es el feminismo, esto es el vegeterianismo. No hay ninguna tensión espiritual que los estructure, ningún deseo de mundo mejor que les guíe. Ninguna mujer inteligente ha perdido jamás ni un segundo de su vida siendo feminista. El feminismo, como la poesía social, es la constatación de que el talento no existe.
El feminismo pretende justificarse en el supuesto servicio que presta a la causa de la mujer libre, pero lo cierto es que no es más que el sistema de vida de las feministas, que a través de su odio se inventan conflictos que no existen para justificar su funesta actividad y la inverosímil cantidad de dinero público con que nos parasitan.
El feminismo no ha liberado a la mujer. La ha esclavizado y la ha culpabilizado. El feminismo ha ridiculizado a las madres, forzándolas a trabajar fuera de casa y tratando de estúpidas a las que optaban por ocuparse de su familia. El feminismo ha desnaturalizado el instinto femenino, y en su odio antimasculino ha tratado de igualar mujeres y hombres cuando todo el mundo con dos dedos de frente acepta y entiende que nuestra verdad fundamental es que somos distintos.
El resentimiento es estéril y se acumulan como días que no volverán tantas batallas perdidas. La paridad, como el igualitarismo, es una derrota, y aunque momentáneamente consigan imponer sus mentiras, la Humanidad se basa en conceptos absolutamente distintos y más temprano que tarde reventaremos vuestras absurdas costuras.
La Humanidad se basa en la generosidad, en la alegría. La Humanidad es la euforia de Nobu y la sonrisa perfecta de Claudia Schiffer. La Humanidad se basa en la belleza, en el talento, en el fiat lux, en el axion esti. Somos el gran motor del mundo, y aunque a veces nos equivoquemos, en nuestro intento está la sombra de Dios en el agua.
El último plato fue langosta con trufa. Señorita, tenga la bondad, traiga mil. Siniestros, ¿por qué estáis tan tristes?
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