Los independentistas fían sus opciones de victoria a que es la primera vez -dicen- que “España no nos puede matar”. Es verdad que el catalanismo acaba siempre aplastado por el Estado pero su gran derrota previa es no haber jamás entendido qué es y qué significa un Estado. El Gobierno usará la fuerza que necesite para imponer la Ley y el orden, que es lo que legítimamente hacen las democracias cuando son atacadas. Contra el folclore, la maquinaria. Contra la desobediencia, la Ley. Contra la revolución, la represión: educar es reprimir, como sabemos los padres y los Estados. Lo contrario de la libertad es el caos. Cualquier revolución contra una democracia es antidemocrática.
La ignorancia de qué es un Estado y el concreto Estado de España es el dramático error estructural del catalanismo político, que siempre ha calculado mal sus fuerzas y hoy se vuelve a equivocar.
“Europa no tolerará muertos”, dicen los independentistas, cuando la gran especialidad de la Unión es asistir impávida a los recuentos de cadáveres. Unas decenas de alborotadores muertos en las calles de Barcelona son para la UE un pincho de tortilla y hay una Cataluña que no logra aprender de sus errores y necesita sangrar cada vez para recordar hasta qué punto es letal desafiar a un Estado desde la provinciana mezcla de arrogancia y frivolidad con que el secesionismo cree que el mundo no tiene otro trabajo que mirarle.
Europa es un club de Estados que se ayudan entre ellos y que protegerán a su socio, que es España, aunque sólo sea porque es el mejor modo de protegerse a ellos mismos: al fin y al cabo no sólo Europa le permitirá al Gobierno hacer lo que tenga que hacer para defenderse sino que es otra tragedia del independentismo no entender que, más que a España, está desafiando a la idea fundamental de la Unión Europea.
Aunque algunos independentistas han abiertamente explicado que quieren muertos porque creen que con sangre excitarán más a las masas, la característica del presidente Rajoy y de las fuerzas y cuerpos de seguridad es defender nuestras vidas y nuestras libertades y en ello han puesto su mejor empeño todos estos años. Pero es naif, tribal e invertebrado pensar que no tendrá un final francamente desagradable quien cometa la temeridad de ponerse en el camino de la implacable maquinaria del Estado.
Otros temas Salvador Sostresel