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Blogs French 75 por Salvador Sostres

La libertad

Salvador Sostresel

Mi hija acudió finalmente a la fiesta de Navidad de su colegio. Mi mujer era partidaria de obligarla y yo de dejarle tomar su decisión. Se impuso mi vía pero el deseo de mi señora esposa. Maria, pese a tener razón en sus objeciones, nos dijo que la había convencido el argumento de la maestra diciendo que si alguno no iba perjudicaría a sus compañeros porque el baile quedaría cojo. He de decir también que, una vez vista, la obra no me pareció tan ofensiva como la había imaginado.

Podíamos haberla obligado a ir pero yo creo que ha sido mucho mejor así. Ayer le dije: hija, estoy muy orgulloso de ti. Y le expliqué que la libertad no es hacer lo que a cada momento nos viene en gana sino un deber que nos vincula con aquello en lo que creemos y con los demás. Me respondió que ya lo sabía. Claro. Y que por eso había tomado aquella decisión.

Mi hija no decide a qué hora se acuesta, ni si va al colegio, ni si estudia piano. Pero la he educado para que piensa y es importante que crezca a través del reto. La libertad, como el amor, hay que aprender a usarla. Hay que conocer sus rugosidades, sus riesgos, sus inflexiones. Nos tenemos que conocer a nosotros mismos ejerciéndola. Cuesta menos obligar, asumes menos riesgos. Dar una orden es muy fácil. Es más difícil enseñar a conducir, y ya no digamos a volar. Y los riesgos son evidentes, y las caídas mortales.

Confío en mi hija. Y la he educado desde muy pequeña para poder confiar en ella, para que se reconozca en su libertad, en su deber, en su responsabilidad. En el orgullo de hacerlo bien. Podría haberla obligado, pero la habría anulado. Podría haberle dado una orden, pero le habría robado la satisfacción de haber sabido qué hacer y que su padre la felicitara.

Ser padre, ¿qué es? ¿Mandar, proteger, educar, reprimir, amar, mostrar? Todo esto es ser padre. Y todo junto se resume en una sola idea. Ser padre es enseñar a ser libre. No hay manera más eficaz de proteger a un niño que enseñarle a ser en su libertad. Que es exactamente lo mismo que enseñarle a crecer en el amor. La libertad y el amor son los dos grandes dones de Dios y nadie se fortalece en la sombra, en la falsa seguridad de un regazo que no será eterno. ¡Qué más quisiera yo que lo fuera! Pero no.

Me ha ido bien educar a mi hija en la severidad, en el corte duro y seco cuando va por el camino intolerable. A veces mi esposa me ha reprochado esta dureza. También me reprocha que le dé voz en disputas como la de la fiesta navideña, o las clases de natación, o llevar chándal, o comer en el suelo. No digo que no tenga razón ni pretendo tenerla yo. Pero sí digo que me ha ido bien, que a mí como padre y a ella como hija, y como niña, nos ha ido bien y yo diría que muy bien, relacionarnos en la claridad y en la luz de un terreno de juego muy bien delimitado. Y todo lo que está en esta cancha, que es mucho, es discutible, conversable, argumentable; y todo lo que está fuera, que es poco, es pecado mortal y desatador de cualquier plaga; y sólo merece reproche, disgusto y represión.

Al finalizar la función, con mami y mi hermana, y su novio y su hija, fuimos al brunch de Nobu, y así cayó el domingo, con lo gozado y lo aprendido, con la libertad y el amor, Santa Claus de chocolate en el bufé de los postres y el corazón preparándose ya para la Navidad -it’s a wonderful life.

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