Austria derribará la casa natal de Hitler, como si así pudiera derribar su nacimiento y lo que hizo. No se puede derribar lo que pasó, y no lo superamos suprimiéndolo, sino aprendiendo.
El mejor favor que se le puede hacer al neonazismo es borrar el rastro de Hitler, su casa natal y también Auschwitz, como si no hubiera existido, como si nada hubiéramos aprendido y no conociéramos el mal que aguarda tras las burdas promesas del nacionalsocialismo, que por desgracia todavía resuenan en nuestra era.
No hay que eliminar el pasado, hay que subrayarlo, para bien y para mal. Hay que subrayarlo y mirarse en él como en un espejo. Sólo así interiorizamos sus lecciones y podemos concretar nuestro deseo de mundo mejor.
También en España la supuesta memoria histórica tiene más sed de revancha que de verdadera memoria. No borrarán los rojos la Guerra ni su derrota retirando las estatuas de Franco. No secará el juez Garzón ni los pantanos ni la vergüenza de que el Caudillo se les muriera en la cama.
No se puede cambiar la Historia pero tenemos mucho que aprender de ella. A Hitler hay que mostrarlo en toda su profundidad como mejor antídoto para mantenernos en la tensión de su peligro. Aunque se haga de buena fe, destruir su casa se aproxima al negacionismo.
En España no quedan franquistas, ni extrema derecha; ni Franco fue Hitler, ni en modo alguno se puede comparar. Pero hay que continuar mostrando sus esculturas y sus placas por ver si al fin nuestra izquierda, puesta ante la evidencia totalitaria, se cansa de serlo y se viene a la libertad.
Otros temas Salvador Sostresel