ABC
Suscríbete
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizMi ABCABC
Blogs French 75 por Salvador Sostres

La camarera

Salvador Sostresel

Acudimos a cenar a Rafa’s y no tenemos más remedio que hacer noche en un absurdo hotel de Rosas. Es un hotel sin ningún interés, vulgar, que por no tener no tiene ni agua en la neverita de la habitación. Pero funciona el aire acondicionado, está limpio, la cama no es cómoda pero tampoco incómoda y por las horas que estaré no necesito más. Ninguna interacción con el servicio contribuye de un modo decisivo a que la experiencia sea sólo mediocre y olvidable.

Hasta que bajo a desayunar y una de las camareras, lugareña, despliega todo su ser sobre mi mañana. Les ahorro los detalles. Son demasiado insignificantes. Sólo quiero dejar escrito que tras nuestro desafortunado encuentro pienso que esta chica resume todas las derrotas de Cataluña. Si los catalanes perdemos siempre que nos proponemos una aventura política es por culpa de esta chica, y de tantas catalanas que son como ella. Groseraa, sin ninguna intuición, sin ninguna idea, estrechas y fanáticos, incapaces de ser pragmáticas y se aferran a las normas del manual aunque sean absurdas porque en sus años de lamentable y arrastrada existencia han sido incapaces de pensar algo mejor a lo que aferrarse, y ya no digamos de simplemente pensar que es mucho mejor no aferrarse a nada, e intentar entender lo que ocurre a tu alrededor para poder anticiparse.

Esta camarera bien podría llamarse Catalina, con su cerrado acento de Gerona, con su cerebro todavía más cerrado, con un sentido de la hospitalidad incompatible con trabajar en cualquier hotel, a menos de que sea un hotel catalán, por esa incapacidad que los catalanes tenemos de interpretar el lujo; y por esa pasión, oscura y atávica, de jugar con la caca.

Las derrotas nunca son casualidad y menos cuando son sistemáticas. Sobre esta camarera no se puede construir un Estado. Sólo una demolición, sólo una derrota y además como hemos hecho aquí últimamente: por no presentarnos. Esta chica son todos los juguetes por el suelo de un niño al que nadie se ha molestado en llevar a un buen restaurante. Esta chica y su modo de dirigirse a los clientes son de haber tenido una madre que hasta los macarrones le salían malos.

Acepto que existan hoteles deprimentes aunque pienso que les costaría el mismo dinero hacerlos con algún encanto, y les sacarían más provecho. Por esta basura ampurdanesa he pagado cien euros, que es más de lo que me cuesta el Room Mate Alba de Madrid, que es sensacional, muy bonito, y todo parece como si Kike Sarasola lo hubiera puesto sólo para mí. Pero en fin, acepto que la vulgaridad forma parte del mundo y que haya gente que ni pudiendo la quiera remediar.

Me cuesta más lo de la chica, ese afán por el desprecio, ese desamor por la cortesía, el furor con que aprovechan cualquier oportunidad para insultar a los clientes. Tiene algo hasta de gracioso, de gag costumista, de algo para ser grabado e incluido en un reportaje sobre el folclore catalán -o sobre la tragedia catalana, que es exactamente lo mismo. Esa ordinariez de la mujer catalana, ridícula retórica de la ben plantada, en su eterna yihad contra la líbido y ya no digamos la fantasía de algo que pueda darnos el menor morbo ni que sólo sea en los pensamientos de nuestro recreativo placer solitario. Si los talibán repoblaran Afganistán de mujeres catalanas, con especial proporción de Gerona, ninguna sharía tendría que imponerse porque ya ellas se encargarían, con su natural carácter, de imponer la costumbre de la privación, la inhibición, y la abstinencia, y donde no llegara la policía religiosa, llegaría nuestra desmoralización.

La cobardía, pequeñez y mentira de los políticos catalanes independentistas ha sido legendaria. Sentirán la vergüenza de los siglos. Pero la derrota catalana tiene una raíz más severa, y más profunda, y es esta feminidad catalana de sensualidad imposible, de brutalidad sin motivo, la grosería antipúbica, el ataque despiadado contra cualquier forma de acercamiento al deseo.

A la camarera del desayuno la ha puesto Dios para que nunca los catalanes olvidemos que estamos condenados a las noches más oscuras del mundo.

Otros temas Salvador Sostresel

Post más recientes