Pepe Sáez es el ya expresidente de la Federación Española de Baloncesto. Durante su mandato, todos los equipos de la federación, de todas las categorías y de ambos géneros, han conseguido la mayor cantidad de títulos y medallas de todos los tiempos, y un apabullante aumento del patrocinio para un deporte lamentablemente segundón en nuestro país como el baloncesto.
José Luis Sáez ha sido el artífice de una federación que por mucho Gasol que tuviera no estaba encaminado “empresarialmente”, ni había hallado los adecuados cauces económicos para poder crecer como el nivel de nuestros deportistas necesita y merece.
En nuestra era tan mediocre, el concepto “empresarial” ofende a muchos -muchos ignorantes, por supuesto. Pero sin una rigurosa estructura empresarial, cualquier proyecto, por excelente materia prima que poseas, perece en el intento.
Lo que ha hecho Sáez con el baloncesto español es lo que hizo la guía Michelín con la cocina francesa: crear una estructura argumental y promocional que pudiera sostener el talento existente y favorecer el desarrollo de capacidades aún por descubrir en los más jóvenes. Gracias a la Michelin, la cocina francesa se convirtió en un sector estratégico de la economía francesa. Gracias a Sáez, el baloncesto español ha dejado de ser un lisiado paniaguado para convertirse en un espectáculo de primer orden, admirablemente rentable, y en un elemento de prestigio y de vigor moral de España.
Además, con Sáez, nuestro baloncesto ha ingresado en la modernidad huyendo del deplorable amateurismo que todo lo vuelve anecdótico, folclórico y finalmente estéril. El ya expresidente deja una Federación -más allá de la calidad concreta de los jugadores y entrenadores que a cada momento tengamos- con unas ideas y unos conceptos que le permitirán mantenerse y crecer, y que el baloncesto español se establezca como categoría de gran valor en nuestro patrimonio deportivo.
Es evidente que Sáez no ha encestado los triples que han dado la victoria o los meritorios resultados al baloncesto español, en todos sus géneros y categorías, pero sin su gestión y su idea de conjunto, sin sus habilidades sociales y su capacidad para hallar patrocinio, los éxitos habrían durado el instante de un relámpago y no hubiéramos podido crecer a través de la continuidad.
La trayectoria del mejor presidente que ha tenido cualquier federación deportiva española ha terminado abruptamente por las revelaciones malintencionadas de un empleado despedido. Al parecer, algunos de los gastos cargados a la Visa de la Federación tendría que haberlos asumido personalmente Sáez.
Digo “al parecer” porque estas cosas nunca se saben. Finalmente, es tantísimo el dinero de más que ha ingresado la FEB gracias a Sáez, y es tanto el prestigio que este organismo gracias a él adquirido, que cuesta delimitar con objetividad si este viaje o aquella cena -que sacados de contexto pueden parecer un gasto arbitrario- no sirvieron para conseguir un contacto o un patrocinio.
En cualquier caso hay algunas preguntas que deberíamos hacernos. ¿Ha ganado algo el baloncesto español renunciando a Sáez? ¿Qué crees que es mejor para nuestro baloncesto, un Pepe Sáez con sus gastos presuntamente excesivos, pero capaz de multiplicar exponencialmente los ingresos, o la sequía que había antes? En todos los saldos que quieran plantearse, incluso los más maliciosos, Pepe Sáez ha sido una ganga para España y para el baloncesto español, y muy pocas federaciones deportivas del mundo pueden presumir de una gestión tan brillante y rentable.
No hay nada en el mundo -y esta es una de las dos grandes lecciones que tenemos que aprender del caso- que pueda hacernos tanto daño como una mujer despechada o un empleado enfadado; y aunque son situaciones difíciles de gestionar, hay que vigilar en quién confiamos y con quién nos metemos en la cama.
La segunda lección, que emana de la primera, tiene que ver con nuestra cordura, porque tal vez tendríamos que protegernos de estas dos malas hierbas que a todos podrían destrozarnos, estableciendo la higiene fundamental de no dar credibilidad a sus habladurías resentidas aun cuando perjudiquen a nuestro peor enemigo, porque todos somos vulnerables a este tipo de terribles e injustos ataques.
Por culpa del populismo de nuestro tiempo, y de estas ansias de linchamiento, la Federación Española de Baloncesto ha perdido a su mejor presidente. Sólo pueden alegrarse los que odian a España o los que odian al baloncesto; o las dos cosas al mismo tiempo.
Otros temas Salvador Sostresel