Francia lleva mal nuestros éxitos, en parte por su histórico desprecio hacia lo español y sobre todo porque se ha convertido en los últimos tiempos en una nación irrelevante, incapaz de liderar nada. Desde que gracias a Ferran Adrià y a Rafael Ansón les arrebatamos la hegemonía gastronómica, el odio se ha multiplicado, y con él las expresiones de esa rabia que genera la impotencia. La superioridad del Barça y de la Selección han sido también un duro golpe. Las absurdas acusaciones de la exministra de Deportes son la grotesca expresión de esta mal digerida derrota.
Rafa Nadal es un deportista extraordinario y con su esfuerzo y su tenacidad ha conseguido llegar a la cima del tenis mundial. Tratar de ningunear sus logros, y su gloria, no sólo es injusto sino que es de mala persona.
Si los políticos franceses tuvieran el talento, la generosidad y la capacidad de sacrificio de Rafa, no habrían permitido que su gran país llegara al actual colapso. Si tuvieran su nobleza, no acusarían a nadie sin pruebas.
No es que la política española esté en estos momentos mucho mejor, pero como mínimo nuestros deportistas ganan y lideramos la gastronomía mundial, mientras Francia continúa quejándose como los perdedores y resbalando en sus inútiles toneladas de mantequilla.
Los franceses tiene un problema como nación y no lo resolverán atacando el éxito de los demás. Tal vez si después de tanto tiempo de holgazanería, y de tanta y tan falsa superioridad moral, se pusieran a trabajar con el empeño y la calidad de Rafa Nadal, dejarían de hacer el ridículo con acusaciones de república chavista y las cosas les empezarían a funcionar.
Salvador
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