El gran drama parece ser ahora que el presidente Trump ha dicho que va intervenir en menos guerras o conflictos, y los líderes -si es que no es un exceso llamarles de este modo- europeos han disparado todas las alarmas.
Hemos pasado de insultar a los Estados Unidos por intervencionistas, y por belicistas, a insultar al presidente Trump por decir que va a limitar estas intervenciones. Todo ha pasado tan rápido que hasta me parece que lo he soñado.
La cuestión es insultar a los americanos, con el pretexto que sea. La cuestión es presentarnos como víctimas e ir perdiendo guerras, hasta que suplicamos a los Estados Unidos que vengan a salvarnos, mientras evidentemente les insultamos haciendo la segunda voz.
El presidente Trump parece ser una excusa mejor que las otras para insultar a los americanos, pero es sólo una excusa, y esta tonta excitación por su elección no se basa en ningún conocimiento, en ninguna comprensión de lo que son y representan los Estados Unidos, sino en el tic tercermundista del pensamiento débil, en el aldeanismo, en la ignorancia disfrazada de socialdemocracia, que es el principal disfraz de la ignorancia.
También hay americanos excitados, dicen algunos, y es cierto. Los Estados Unidos son un país tan extraordinario que hasta se han inventado el más tóxico de los antiamericanismos: Chomsky, que como todo el mundo sabe es un imbécil.
Les insultamos porque se quedan, les insultamos porque se marchan, les insultamos porque intervienen y les insultamos porque a partir de ahora tendremos que aprender a defendernos solos.
Les insultamos porque cuando nos miramos en su espejo nos vemos cínicos y corruptos, mediocres, baratos, y en lugar de intentar mejorar, proyectamos nuestro complejo a través del resentimiento y del insulto.
La transición entre insultar y suplicar al nuevo líder del mundo libre va a ser imperceptible, como siempre que Europa se pone a prueba, como siempre que los Estados Unidos acaban derramando la sangre de sus soldados para compensar nuestra arrogancia, nuestra estupidez y nuestra cobardía.
Mientras la corrección política invoca a sus demonios y sigue haciendo los aspavientos de una duquesa arruinada, los Estados Unidos se preparan para aprovechar el empuje de un presidente valiente, empresario, bocazas, hortera y decidido a rescatar a su país del sectarismo y el igualitarismo de Obama para devolverlo al riesgo, a la libertad y a la esperanza donde siempre estuvieron y nos iluminaron los fundacionales valores americanos.
Otros temas Salvador Sostresel