Primero fueron los jóvenes, ahora los abuelos. Ayer fueron las mujeres, anteayer los homosexuales, y hace dos días las viudas del charlatán Stephen Hawking. Indignados, iracundos, irritados. O más bien quejicas que todo lo han tenido regalado.
El deseo de mundo mejor es el motor de nuestra especie. Cualquier aspecto de nuestras vidas es susceptible de prosperar y no sólo podemos esforzarnos para que así sea sino que es nuestro deber lograrlo.
Pero demasiadas veces perdemos la perspectiva, el relieve de nuestra geografía íntima y compartida. Vivimos vidas de privilegio en el mejor de los mundos que jamás el hombre haya conocido. He escuchado a la morralla infinita quejarse y a muy pocas personas dar las gracias. Lo de Hawking y sus agujeros negros es la muestra más palmaria de ese resentimiento socialista que prefiere inventarse tumbas a reconocer que la belleza del mundo les supera. Jinetes de la tristeza, almas muertas mucho antes de que la muerte física les sobrevenga.
Es, de todos modos, el caso del agorero Hawking, el más aislado y anecdótico. Mucho más sorprendente resulta que los jóvenes de hoy, y los abuelos, tengan el arrojo de salir en manifestación para quejarse. ¡Tendrían que dar las gracias! En ningún otro momento de la Humanidad, de la historia de Europa y de España, los unos y los otros han contado con tantas ayudas, con tantas garantías, con tanta solidaridad. Los máximos de mis abuelos cuando fueron jóvenes, son los mínimos de los chicos que hoy tienen 20 años. ¿Se puede saber de qué tenéis la jeta, el nervio de quejaros? Tendríamos que quejarnos nosotros de vuestra indolencia, de vuestra holgazanería, de vuestro desagradecimiento y falta de consideración por lo que os hemos regalado.
Tampoco los jubilados de hoy pueden envidiarles nada a los jubilados de hace 10, 20 o 30 años, y sus manifestaciones me parecerían más sinceras, y menos lastimeras, si se acompañaran del reconocimiento de todo de lo que disponen por el mero hecho de ser ciudadanos españoles, así como de su hoja de servicios laborales, que sin duda tiene mucho que ver con la cuantía de su pensión.
En la España de los derechos adquiridos hasta los independentistas creen que tendría que salirles gratis desafiar al Estado, y por eso no entienden el destierro o la cárcel de sus cabecillas. La Ley una hora reclama.
Sirve para Hawking, sirve para Puigdemont, sirve para las feminazis: si en lugar de tanto catastrofismo de supermercado confiarais un poco más en la compasión y en el amor, empezaríais cada uno de nuestros días dando las gracias y entendiendo que la queja es el rebuzno de las afueras de Dios -que es lo mismo que decir de las afueras de La Civilización.
Todo es mejorable, y en todo tenemos el deber sagrado de mejorar, porque nuestros talentos nos fueron conferidos para utilizarlos. Pero de ahí a la queja sistemática hay un trecho que sólo puede ser bárbaro, desagradecido y sectario. Hemos sido agraciados con la vida en la parte afortunada del planeta, y en España y en los demás países de nuestro entorno la vida se basa en lo que los demás podemos hacer por ti: es un escándalo que encima nos insultes.
No hay ni una sola receta de los quejicas -desde el PSOE hasta los demás populismos más extremos, pasando por Podemos- que haya propuesto una solución ni siquiera comparable, en eficacia, al capitalismo y el libre mercado matizado por la socialdemocracia.
Nunca habías vivido tan bien sin hacer nada. Nunca os habías podido jubilar habiendo producido tan poco, y tan poco interesante. Y por mucho que os escucho, nunca os he oído ninguna palabra de gratitud; y por mucho que os observo, nunca os he visto dar ni un paso para ni que sólo sea hacernos un guiño por todo lo que con nuestro esfuerzo diario os sufragamos, para que vosotros podáis seguir creyendo que los “derechos fundamentales” los pagan los Reyes Magos. ¡Qué más querría Amancio Ortega! Y yo.
Demasiados indignados para tanta abundancia. A veces pienso que os iría bien una guerra, pero nunca lo pienso en serio. Porque a diferencia de vuestro odio sectario, resentido y sobre todo estéril, yo os perdono, os velo, os patrocino y os quiero.
Otros temas Salvador Sostresel