Lo definitivo para saber con qué clase de mujer estás empezando es llevarla de viaje y mirarle el neceser. La higiene es más importante que la belleza tal como el código postal es más importante que el amor. El neceser lo dice todo de una mujer, y muy especialmente cómo están enroscados los tapones de los botes de maquillaje y las cremas.
El primer paso es que el tapón haya hecho el recorrido completo de la rosca y que incluso resulte duro de abrir. Esto indica rigor, firmeza, determinación por hacer las cosas bien, la pulcritud con que luego enseñará lo básico a tu hija, y que un padre ni puede ni ha de enseñar, por no tener la clase de conversaciones que no hemos de jamás tener con nuestras niñas. Una mujer que enrosca hasta el final y que tapa escrupulosamente sus cremas es lo contrario de una mujer frívola, que deje las cosas al azar, y hace que los hombres podamos ser el tipo de padre que yo quiero ser, crecido en la experiencia, lo extraordinario y en la esperanza.
Si no enrosca bien son los muros cayendo de lo civilizado. Enroscar bien es una habilidad, una constancia. No enroscar bien señala por igual a la mujer vulgar y descuidada. Si esto hace con sus cremas, no quieras ni pensar lo que hará con tus camisas. Los botes mal enroscados son un agurio. Tam tam selvático que anuncia el tiempo del infortunio.
Es igualmente primordial que la rosca, además de estar total y correctamente cubierta por el tapón, esté limpia. Hay un tipo de mujer pasota, torpe, desganada, carne de autobús escolar para tus hijos porque ella está en el gimnasio, que descuida clamorosamente los detalles y que luego dice que es mala suerte que todo se le manche. No es mala suerte, es que había restos en tus roscas, como hay bocas con restos de comida en los dientes y poco a poco se pudren y hieden.
Una vez examinados los tapones, y las roscas, es importante mirar desde la habitación por el espejo cómo se maquilla. Lo ideal es que sólo use los productos como factor de corrección, es decir: para tapar defectos. El maquillaje de una mujer que nos convenga sólo puede basarse en la armonización, en alisado, en la retrac que por la noche baja por las pistas de esquí y las deja como una alfombra de seda. Cualquier exceso, cualquier fantasía, cualquier pretensión de destacar con colores que no son, ni se les esperan, indican en esta mujer ansia y desespero, vacío, una precipitación que a ningún hombre le interesa, y menos los de mi edad, tan apetecibles a las señoras que tienen la sensación -tan expresada en su modo de maquillarse- de que el último tren se les escapa.
Tras este fundamental examen, del que ninguna regresa con opciones reales si no lo supera, está cómo gestiona su tiempo para poder salir a la hora establecida de la habitación. No hay peor violencia pasiva que la que sufrimos los hombres que a mediodía advertimos que teníamos mesa a las 20:00 en L’Ambroisie y a las 19:30 el taxi ha de esperar y esoera y esperar en la puerta del hotel porque aún se está secando el pelo o poniéndose esto o aquello. He conocido mujeres extraordinarias que èsta es su tortura diaria. Su crueldad. Su modo de pisotear tus ilusiones, sobre todo las que ellas no protagonizan. Una mujer comprensiva y buena, una futura esposa que sabes que siempre te querrá y te defenderá, es la que está lista veinte minutos antes, y muy sutilmente te ofrece -sin presionarte- este tiempo ganado para que una benéfica inesperada y previa le dé a la noche otro tipo de comienzo.
Todo se sabe de una mujer -y más en esta edad en que ya el ímpetu de la juventud no disimula con sus impagables destellos los cráteres- el primer fin de semana que viajas con ella, si puede ser a París, para favorecer el contraste. Londres está bien, pero París es más académico y se nota más lo que hay y lo que falta. Todo se sabe de una mujer entre que sale de la ducha y sale de la habitación del hotel para bajar a Saint Honoré a por el taxi. ¡En cuántas cenas ya retóricas, y que las mantienes por no hacerle la faena de última hora al restaurante, he visto miradas expectantes que yo ya sabía que no conducirían a nada!
Otros temas Salvador Sostresel