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Blogs French 75 por Salvador Sostres

El fútbol y la vida

Salvador Sostresel

Cataluña ha tenido cuatro grandes líderes en los últimos dos siglos: Francisco Franco, Jordi Pujol, Felipe González y Joan Laporta. Los cuatro, a su manera, supieron conectar con una mayoría de catalanes que iba mucho más allá de su franja ideológica. Sin una mayoría de catalanes, sin una inmensa mayoría de catalanes, de hecho, sin Cataluña, Franco no habría podido mantenerse cuarenta años en el poder ni morir en paz y en la cama. Sobre guerras ganadas escribe la Historia y no aceptarlo es un resentimiento, pero no una revancha.

Pujol no habría tenido 72 diputados si sólo le hubieran votado los convergentes, o si Convergencia hubiera sido sólo un partido ideológico, nacionalista en su caso. Él lo sabía. Convergencia no fue un partido sobre lo que él pensaba de Cataluña, sino un partido hecho a medida de un país que él era quien mejor lo conocía. Por eso se negó siempre a reformar el Estatuto, aunque fue el primer independentista y uno de los pocos que siempre lo ha sido por motivos serios y no por unas décimas fiscales y otras tonterías.

Felipe González, a los pocos meses de haber dejado de ser presidente, me explicó que de Cataluña le llegaban más peticiones de entrevistas, de conferencias y de actos que del resto de España junta. Le costó algunos años, los de la mayoría absoluta, pero entendió muy bien cómo debía tratar los catalanes que se sienten especiales por ser catalanes. Se saltó siempre a Maragall, a Obiols y cualquier líder del PSC para entenderse directamente con el presidente Pujol. Llegaron a tener una muy buena relación, y de hecho, en 1996, con la amarga victoria, Pujol le ofreció a González continuar siendo presidente pero Felipe le contestó que España era un país serio y que si Aznar había ganado era él quien había de gobernar.

Joan Laporta fue “sólo” el presidente del Barça. Pero se convirtió en un líder “nacional”, y con un estilo totalmente opuesto a los tres grandes líderes que lo precedieron. Si Franco, Pujol y Felipe se habían ganado nuestro corazón administrando nuestras miserias, conociéndolas y jugando con ellas, Laporta nos arrasó, abolió el estado de conciencia de la derrota y siendo el más barcelonista y el más independentista y el menos dispuesto a negociar nada con nadie, fue el presidente del Barça más respetado, más admirado y más querido dentro y fuera de Cataluña. Se enfrentó a las mafias locales y a las extranjeras: las mediáticas, las criminales, las administrativas, y no como un puritano de medio pelo, reclamando sus “derechos” o lloriqueando como una niña, sino como Michael Corleone en El Padrino II; y aunque forjó dos equipos sensacionales -el de Rijkaard y el de Guardiola-, supo mandar de tal manera en el fútbol mundial que la moneda nunca más nos cayó del lado de la soledad.

Todo lo desafió pero sobre todo nos desafió a nosotros, al catalán que más se le parecía. Recuerdo la noche que cenamos en Drolma con otro amigo mío que había contribuido generosamente a la campaña contra la moción de censura que le interpuso aquel Oriol Giralt, manejado como una marioneta por Sandro Rosell. Mi amigo, más laportista que el mismo Jan, le imploró que fuera prudente, que no tomara riesgos suicidas, y que para sustituir Rijkaard fichara Mourinho, que le garantiza los resultados. El entonces presidente le dejó terminar y le dijo: “Mira, Ramon, si en el mundo quedara un solo entrenador y fuera el Mourinho, el Barça jugaría sin entrenador”. Y así fichó a Pep Guardiola y juntos refundaron el fútbol moderno.

El Barça tiene aún Messi pero está igual de arruinado y perdido que cuando Laporta llegó a la presidencia. La Cataluña de ahora, virus aparte, es aún más lamentable que la del tripartito. Los independentistas no saben ni qué hacer de ellos mismos, y entre todos están decidiendo si les queda todavía algún camino de ridículo y decepción por recorrer o ya se sienten bastante satisfechos del mal que se han causado de la forma más absurda e innecesaria

Si la Cataluña que quiere ganar, si la Cataluña que entiende que el mundo no es horizontal sino vertical, y siempre de arriba hacia abajo; si la Cataluña de la jerarquía, que entiende el poder y que quiere ejercerlo en lugar de quejarse, si la Cataluña de la élite que lo es porque son los mejores y saben qué hacer para volver de la oscura noche, de la humillación y de la derrota; si esta Cataluña todavía existe y tiene vigor lo sabremos enseguida porque Joan Laporta ganará las próximas elecciones a la presidencia del Barça. Ayer anunció que quería volver a presentarse y que su máxima ilusión sería que Guardiola volviera al Barça. No sé si Guardiola volverá a entrenar al Barça. Ni siquiera sé si sería inteligente que lo hiciera. Sólo sé que si hay alguien en el mundo capaz de ofrecerle un proyecto atractivo a Pep, atractivo y ganador, y cuando digo ganador no sólo me refiero a los resultados -que también- sino a que comprenda una cierta idea de mundo mejor, éste es Joan Laporta. E incluso si Pep no quiere volver, tiene en mente un par de entrenadores que pueden revolucionar no sólo el Barça sino el fútbol moderno como Guardiola lo hizo.

El colectivo que vota peor de la Humanidad es el socio barcelonista. Hay negros de África que no han visto nunca un iPhone, y que de noche la única distracción que tienen es bailar junto al fuego, que votan con más decencia y conocimiento de causa que nuestros socios. Somos el club de Rosell y Bartomeu, y por lo tanto sería un milagro que Laporta ganara, como lo fue en 2003. En todo caso no lo decidirá España, ni el Madrid, ni el 155 ni los árbitros: será una vez más, y como siempre, será decisión de los barcelonistas y los catalanes si continuamos en el cubo de la basura o volvemos a amar el fútbol; el fútbol y la vida.

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