Pedro Sánchez promete medidas para reforzar el carácter laico del Estado, como reclamarle a la Iglesia los bienes que ha inmatriculado desde 1998 o el pago del IBI de todos aquellos edificios que no estén dedicados al culto. Son medidas de cara a la galería y ridículas, y que morirían de su propia insignificancia en el mismo momento en que la Iglesia le reclamara al Estado los millones de euros, y de horas, que dedica a la caridad, porque entre otras muchas cosas, la Iglesia es la mayor oenegé de España y del mundo.
Es un clásico que la izquierda intente azuzar a su turba con el resentimiento anticlerical, pero la verdad es tan obvia, y tan fácil de comprobar, que hasta los socialistas han acabado siempre reconociéndola. Alfonso Guerra puso en circulación su demagogia anticatólica mientras estuvo en la oposición, pero cuando llegó a vicepresidente su actitud fue respetuosa, receptiva y finalmente piadosa. También Zapatero dijo sus tonterías mientras no mandaba, pero su Gobierno nunca abordó la tan prometida revisión del Concordato.
Pedro Sánchez insiste en este viejo odio porque cree que le da votos, pero se equivoca. España es técnicamente un Estado laico, pero moralmente, espiritualmente, cotidianamente somos un país católico, y estamos todos configurados como cristianos, y como católicos, incluso los que dicen -dicen, dicen, dicen- que no creen en nada. Cada vez que la izquierda insiste en negar a Dios, bucea en su vulgaridad, se aferra a su ignorancia, demuestra que es incapaz de comprender la realidad y confirma que es la ideología del fracaso.
Hacer apología de tu limitación es de cateto, vivir sin tensión espiritual es de animalillos que corretean por el parque, y olvidar o despreciar la inmensa y maravillosa misión social con la que cada día, y en las circunstancias más terribles, cumple la Iglesia, es de miserables que, si mienten en lo que tan fácil resulta de contrastar, imagínate lo que van a engañarte en aquello que quede fuera de tu alcance.
Un hombre o un Estado que vive de espaldas a Dios está condenado a la brutalidad. La ciencia sin Dios -el papa Ratz lo dijo- conduce a Auschwitz. Negar a Dios no es libertad, es un error.
Otros temas Salvador Sostresel