Mi amigo Ignacio luchando contra sus límites, contra lo que tan orgullosamente fue; mi amigo inseguro, midiendo cada paso, dejándose la piel, celebrando los pequeñas avances como coronaciones y ahogándose en la incertidumbre como una niña que tiembla. “Ja tens l’amor, no demanis justícia: llança’t a l’abisme i renuncia a viure per sempre més en pau”.
Mi amigo que su madre decía mi hijo será siempre un soltero, comandando hoy el galeón a la deriva del amor. Capitán de todas las caracolas, con su eco y su hermosura y su vacío, con sus collares que a veces se vuelven lágrimas sobre su cuello tensado por la angustia, mi amigo entusiasmado y aterido. Es el que mira a lado y lado de la ecuatorial recién cortada como si temiera que el ímpetu que presiente y no conoce pudiera con cualquier ola tragárselo en el camino que lleva al crimen o al adiós.
Por lo que grandiosamente proclamamos cuando creíamos que habíamos encontrado por fin el modo de protegernos para siempre del abismo; por el dolorido pero tan bien disimulado desgarro con que nos reíamos de los que sufrían su angustia enamorada y de las veces que a nosotros nos había arrastrado; por el talento, la farsa y las carcajadas con que nos hacíamos los duros, nosotros, el más abrumador pelotón de blandos que el Occidente fértil haya conocido jamás, celebro tu amor y tu temblor, tu gloria y el sentido que por fin diferencia tus días y les da a cada uno su afán, su prisa, su espera y su propósito. Y arriba los corazones palpitan en las cornisas. Celebro tu amor como si fuera el mío, con tu esplendor y las palabras que de repente dices y el dolor que amenaza con sus sombras a la vuelta de la esquina.
Mi amigo Ignacio reubicando sus fronteras, resiguiendo como un adolescente geografías insospechadas con la punta de su dedo, sorprendiéndose de lo que durante años no mereció nunca su atención, leyendo lo que antes leía y hallándole un significado nuevo, escapando de sus manías para entregarse a lo que es más grande que él y no controla, sorteando hasta sus vicios más enredados porque ahora vivir le importa y poderse quedar por aquí todavía un tiempo se ha vuelto algo más que una opinión.
Mi amigo Ignacio dejándose moldear, permitiendo que alguien le convenza, saltando los infranqueables muros de sus horarios y sus preceptos, capitán de todas las caracolas, comandante del galeón a la deriva del amor, sabiendo a lo expone, conociendo el dolor, incapaz de hacer o de pensar otra cosa que suplicarle a la vida “una vegada més, una vegada més i prou”.
Otros temas Salvador Sostresel