Volvió la Liga para el Barça teñida de tristeza pero es la rutina lo que nos mantiene vivos incluso ante los más devastadores acontecimientos. La rutina que no tiene demasiado prestigio pero que nos ordena y nos da sentido y tira de nosotros cuando no sabemos por dónde avanzar.
El Barça empezó paciente y con Sergi Roberto con ganas de demostrar que puede ser la piedra sobre la que construir este equipo. Messi intentaba cosas pero daba la impresión que siempre desde la melancolía, lo que por cierto no es de extrañar teniendo en cuenta la temporada que se le viene encima. Si el City paga su ficha, como estos días se dice, yo de él me iría.
Valverde en el banquillo con su misma cara de todos los días, que me recuerda a la mía cuando voy de invitado a una casa y de primero hay ensalada de habitas. Eso sí, agradable sobriedad en el vestir: traje azul oscuro y camisa blanca. Una de las pocas buenas noticias de las que esta temporada puede el Barça presumir es que hemos por suerte dejado atrás que aquellos tremendos inventos indumentarios de Luis Enrique.
El Barça masticaba más de lo que mordía y aunque era razonable pensar que tarde o temprano marcaría, todo empezaba a ser aburrido como la bandeja de pastas secas que traen las tías cuando vienen de visita. Mucho toque recreativo y poca profundidad.
Alcácer y Jordi Alba no se entendían por la izquierda; Deulofeu, más que un futbolista, parecía que tomaba las medidas para abrir un salón de peluquería, el equipo en general resultaba banal y prescindible como uno de esos hombres que está más enamorado de su mujer que de sus hijos, sobre todo a partir de la media hora, cuando además de intrascendente, empezó a jugar lento. La única emoción la puso Messi en el 34 chutando al palo una falta desde los 26 metros.
Pero de repente y en dos jugadas aisladas, Deulofeu primero -con la ayuda de Tosca- y Sergi Roberto después consiguieron poner el 2 a 0 en el marcador. El primer gol llegó fruto de la presión, de Messi y de un centro de Deulofeu que Tosca desvió ligeramente. El segundo fue mérito de Deulofeu, recuperando un balón, ganando la línea de fondo y centrando para que Roberto a placer anotara el segundo. Deulofeu, acostumbrado a ser el jugador determinante de sus equipos, tiene que aprender que sólo tendrá su espacio en el Barça si trabaja como todos para Messi y no para lucirse como estilista. El resultado reflejaba mucho más las limitaciones del Betis que la solvencia del Barça.
Pobre entrada en el Camp Nou, 56.000 espectadores: ningún partido de la temporada registró una asistencia tan baja. La poca ilusión que este equipo genera, en cifras. Y aunque aislados, se escucharon los primeros gritos de “Bartomeu, dimissió”.
Deulofeu empezó a moverse bien de dentro para fuera y a asumir un cierto protagonismo en el equipo, aunque Messi prefería asociarse con Sergi Roberto. Valverde continuaba en la banda con sus habitas atragantadas, transmitiendo con su mirada la sensación de que la vida es una eterna acidez de estómago sin Almax. Era todo tan inane qu a partir del minuto 50 aproveché para hacer los estiramientos que me ha ordenado mi fisio, Ángel Lapuebla, aunque creo que hasta que me vea el doctor Yunta no voy a saber qué hacer con mis lumbares. Cuando algo te aburra mucho intenta escribirlo desde el suelo: aunque sólo sea por la novedad mantienes vivo el interés y no te duermes. Otro palo de Messi en el 60, bello disparo aislado como los dos goles. Aleix Vidal entró por Deulofeu, en el primer cambio/probatura de Valverde. Tal como están las cosas, este equipo necesita un entrenador valiente y está bien que Valverde busque y se arriesgue. El público tartó ayer con más cariño a Semedo -que no estuvo mal- que las bajas expectativas con que le recibió cuando le ficharon. El Barça puso la segunda parte al baño María y el Betis no hizo nada. Un tercer palo de Messi a diez minutos para el final. Curioso hat-trick. Hasta en su forma de fallar este chico es genial.
Otros temas Salvador Sostresel