Vinos/comida: 10
Servicio: 9
Sala: 6
Bodega Bonavista
Bonavista, 10
93 218 81 99
La Bodega Bonavista es una de esas joyas que un hombre ha de lucir como las mujeres lucen sus diamantes. Mi modo de ser presumido es conocer estos lugares extraordinarios y poder llevar a mis amigos. Adentrada pero poco en el terrible barrio de Gracia, la Bodega Bonavista, de Chris -no es una mujer, no se asusten: Chris de Christopher- y Marc, resulta ser una bodega de curiosos vinos delicados de gran nivel y precio más que razonable, así como también de los vinos más extraordinarios, que cuestan lo que cuestan, pero eso todo el mundo lo sabe.
Además de vender estos vinos tan fantásticos, tiene dos o tres mesas altas y luego otra más grande en el interior donde se puede dar cuenta de ellos así como de una memorable colección de embutidos y quesos. Entre los embutidos destacan la “secallona”, que hay que comerla entera y con la mano, como si de un palote se tratara, la sobrasada picante, el “bull” y el lomo embuchado. Entre los quesos, el Comté y el Brillant Savarin trufado (ahora que es temporada) están en los altares.
Los dueños y socios Marc y Chris, encantadores pero muy particulares, no hacen concesiones al populacho y cierran a las 14:30 porque ellos también quieren ir a comer a los buenos restaurantes. Luego vuelven a abrir a las 17:00 y cierran a las 21:00, porque se ve que también cenan, de modo que a la Bodega hay que ir a tomar el aperitivo, esos aperitivos que cuando vas al restaurante ya no te quedan fuerzas ni para un vaso de agua.
La Bodega es un lugar disfrutón, una juguetería para niños mayores, una joya para fardar. Me gusta la Bodega porque se parece a la alegría, a mi sentido de la alegría con que trato siempre de celebrar la vida. Hay que ir con hambre. Hay que ir con ímpetu. Hay que ir con amigos de verdad y llevárnoslo todo por delante. Sin remilgos, sin piedad. Tráigalo todo, platos y más platos, vamos a ocupar todas las mesas -como los alemanes- aunque sólo seamos dos. Todavía quedan algunas casas como la Bodega para dejarnos ser en la impúdica felicidad de cuando teníamos la edad de arrasar.
Beber, comer, reír, exaltar. Nada más. ¿Hace falta algo más? No. Créeme porque yo sé de qué te hablo, a veces la vida la complicamos demasiado.
Con el vino es mejor dejarse aconsejar, prescindiendo de prejuicios que sólo van a perjudicarnos. Con los quesos hay que ir a muerte, sin prisioneros. Los embutidos allí están, y no hace falta ningún comentario porque ya tú cuando los veas los vas a asaltar. Ninguna contención es recomendable.
Chris y Marc parecen raros pero son formidables. Algo tímidos, sobre todo Chris, pero a los que vienen con la vida por delante sabe perfectamente cómo tratarles y es generoso en explicaciones de toda clase, de modo que una conversación con él te permite salir de la Bodega, además de más feliz, menos ignorante.
Otros temas Salvador Sostresel