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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Aún algunas noches de junio

Salvador Sostresel

La noche se tendió sobre el restaurante. Estábamos algunos adultos, una chica muy hermosa, recién cumplidos los veinte años, y mi amigo Guillem de su misma edad. A Guillem le conocí en 2018 y su talento no supe entonces explicarlo. A veces me preguntan si es mi hijo y a veces me dicen otras cosas, pero yo he venido el mundo a devolver lo que mis amigos mucho más mayores hicieron por mí cuando yo era tan joven como él y necesitaba que alguien me mostrara el mundo y los porqués. La conversación fluía tranquila, bien entrada la madrugada, y poco a poco la capitalizó Guillem con sus teorías impostadas y divertidísimas como yo intentaba hacer a sus años. Tenía razón o no la tenía, eso qué más da. Y lo que parecía que tenía que girar alrededor de la chica hermosísima y muy dispuesta a deslumbrarnos con sus proezas y sus noches en verdad demasiado largas, pronto lo ocupó Guillem por asalto, controlando la provocación, la seducción, la estrategia tal vez no más corta pero sí la más emocionante de levantarse a la muchacha.

El miércoles cumplí 45 y anoche regresé a mis 20 y me vi resplandecer en mi amigo pletórico, sobrado de fuerzas, jugando con los argumentos y con la tensión de la chica hasta que le importó mucho más ver su propia estrella brillar y brillar que si finalmente la llevaba por delante. Me gustaría tener su fuerza aunque me divierte más tener mi inteligencia, la segunda persona, asistir al espectáculo sin tener que consumarlo. Todos los restaurantes a los que hemos ido, todo lo que haya podido mostrarle tal como a mí me lo mostraron, cayó como caen aún algunas noches de junio, angélicas bajo la lluvia, olor a hierba mojada y las buganvillas. Yo fui este chico creciendo entre juegos y palabras, deslumbrando a los adultos y tan pendiente de mi estilo que muchas noches me olvidaba de que lo que me importaba era la chica muy guapa y me gustaba tanto que el espejo me parecía la única compañía razonable.

Me vi, me vi en su ímpetu, me vi en su vida salvaje, me vi apurando la madrugada. Me vi feliz de reconocerme aún en Guillem pese a mi edad. Cómo han pasado los años. Me importa el talento, me importa la inteligencia, me importa la generosidad pero sólo la pasión desencadena la vida, sólo el fervor, las noches tendidas sobre los restaurantes cuando ya han cerrado y quedamos los que sabemos cómo atravesarnos. Aún me gustan los espejos y Guillem me devuelve la imagen de mí que más me favorece. Nunca le he dado un consejo. Nunca le he dicho lo que tiene que hacer. Elijo los restaurantes, favorezco la conversación, dejo que hable, no intento condicionarle pero luego en una mesa como la de ayer, la vida puesta en pie hace resumen y no es un resumen demasiado largo, y un chico tan cerca de mí que podría ser yo se alza como solía alzarme, toma la conversación, el centro de todo lo que aún le queda por hacer y es mi vida volviendo a la fuente, el cielo abierto, el camino de regreso a casa ya muy tarde, y muy cansado e incapaz de acostarme sin escribir la gratitud y el júbilo porque aún me sean concedidas algunas noches de junio.

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