El problema de Ada Colau y la moratoria para construir hoteles en Barcelona no es la regulación que el sector necesite o el modelo de ciudad que queremos. El problema, el drama de la izquierda, y muy especialmente de la izquierda salvaje, es que está tan acostumbrada a vivir de nuestras joyas que nunca ha pensado en cómo crear riqueza.
Somos nosotros los que pagamos los derechos adquiridos y los días personales, los papeles para todos o las operaciones de cambio de sexo. Ellos las prometen y nosotros las pagamos, y ésta es la única dinámica que comprenden. Y aunque en sus húmedas fantasías desclasadas nuestro dinero sea interminable, lo cierto es que también se acaba, y por ello el primer interés de la izquierda, si no fueran tan lerdos, tendría que ser permitirnos trabajar, para ganar más y poderles pagar sus chorradas.
Las opiniones de Ada Colau, absurdas, son irrelevantes. Lo grave es que no tiene ninguna idea de cómo patrocinarlas, y cree en su delirio que hay dinero para todo cuando en realidad sólo hay dinero si hay libertad para trabajar, y mucho más talento que intervencionismo.
Lo peor de Ada Colau no es lo que quiere hacer, sino lo que por resentimiento social, y tara moral, no quiere que hagamos. Ella será la asesina silenciosa de todo lo que se supone que ama, porque no nos habrá dejado ganar dinero para pagárselo. Es tan ridículo, y tan grotesco, que hasta me dan ganas de llamarla. Y decirle, muy tiernamente: “Pero no seas tonta, Ada”. ¿Pero de qué serviría? De nada. Su impulso es el resentimiento, el odio, el que nosotros no tengamos y no podamos, aunque sea al precio de la escasedad y la miseria de los pobres.
Su proyecto es destruirnos, hacer pasar el tranvía -que es un transbordador de chachas- por el corazón de la Diagonal. Y cargarse una de las grandes avenidas de Europa le parece tolerable si a cambio arruina el nuevo motor comercial de la ciudad.
Ada Colau, que va de austera, cree que todavía no nos hemos dado cuenta de que su postureo izquierdista es mucho más caro que los privilegios de la derecha tradicional, aunque sólo sea porque la derecha solamente cobra una vez y en el caso de Ada tenemos que pagarle primero la pijería revolucionaria para que se sienta cool posando ante las cámaras, y luego el coste entero y aumentado de la solución real.
La izquierda está tan acostumbrada a saquearnos que nunca se ha preocupado de la creación de riqueza, ni sabe cómo se hace. Vienen como sanguijuelas a por lo nuestro y la miseria empezará cuando lo nuestro se acabe. Y todavía hay quien se pregunta por qué la gente normal trata de esconder su dinero en Panamá.
Otros temas Salvador Sostresel