Viajar a los Estados Unidos es engorroso y larguísimo; pero una vez estás en Nueva York o en Washington, en Las Vegas o en Chicago, en Miami o en Malibú, no puedes ser más feliz.
A Carlos Herrera y a todos los amigos que estos días están allí, no les puedo envidiar más. Pasar unos días en Nueva York con tiempo y dinero no puede ser más agradable, ni una metáfora más bella del progreso de la Humanidad. Gastar y derrochar son los dos verbos más solidarios, pero es tal el resentimiento social, que esto en España es muy difícil de que se entienda.
Hemos venido al mundo a ganar dinero y a gastarlo. Y si puede ser, a ganar mucho dinero, y a gastar mucho dinero, porque no hay nada más parecido a la caridad -que por cierto, significa amor- que arrasar en Barneys, en el St Regis, o en la Apple Store de la Quinta Avenida. Y cuando lo hacemos somos mágicos, y somos santos; somos los panes y los peces multiplicados, la flor de aliso y la perenne ternura desgranada, la voluntad cumplida de la Tierra, que da sus frutos para todos.
Son lecciones fundamentales que en los Estados Unidos siempre tuvieron claras, y por eso son los líderes del mundo libre y la primera potencia mundial. Por esto resulta siempre tan agradable ir a visitarles, y por esto nos da tanta envidia Carlos y los demás amigos que ahora mismo están.
Y también por esto, a la vieja Europa, atrofiada y socialdemócrata, cobarde y bastante estúpida, y le cuesta tanto entender a Donald Trump.
Otros temas Salvador Sostresel