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Blogs framework por Ignacio Gil y Rocio Gayarre

Construir vallas más altas no es la solución

Padre Kenneth Chukwuka (Nigeria)

Construir vallas más altas no es la solución
Ignacio Gil el

“Una ola inundó la otra patera y el mar se llenó de brazos agitándose en el agua pidiendo auxilio. Pero no podíamos hacer nada por ellos, la nuestra iba al límite.  Llorábamos. Pensábamos que con la próxima ola sería nuestra barca la que se hundiría. En voz alta y entre sollozos tanto los musulmanes como los cristianos pedíamos a nuestro Dios que nos salvara”. Era el año 2000 y Kenneth llevaba casi tres años de camino a sus espaldas desde que había salido legalmente de Nigeria – con su pasaporte y un visado de Marruecos – con el proyecto de estudiar Derecho en el Reino Unido. Sin embargo, llegó a Europa por la vía más cruel e insegura. “Mientras veíamos morir a nuestros compañeros ahogados, le prometí a Dios qué si me salvaba dedicaría mi vida a ayudar a los demás”. Tras horas de terror a la deriva en el Mediterráneo, al romper el día les rescató la Guardia Civil.

El pequeño de siete hermanos y huérfano de padre, creció con la responsabilidad de tener que aportar a la precaria economía familiar. “Ayudábamos a mi madre, era un buscavidas desde los 13 años, pero al ser buen estudiante, logré terminar el bachillerato. En mi país hay mucha corrupción, los gobiernos no trabajan por el bien común. Yo quería defender los derechos de la gente y propiciar cambios”. Yendo a estudiar al Reino Unido cumpliría su sueño de ser abogado y a la vez podría ayudar a su familia a salir de la pobreza.

En una agencia de viajes en Lagos le ofrecieron organizarle todo. Como el visado a Reino Unido era difícil de tramitar, le explicaron que desde Marruecos era muy fácil pasar a pie, que los viernes, mientras los musulmanes rezaban devotamente, se podía cruzar la frontera sin riesgos. “Nos mostraron un mapa. No nos hablaron de los peligros. Que ingenuos fuimos.  En Tánger nos dimos de bruces con la sórdida realidad”.

Mientras intentaban cruzar a pie atravesando un bosque, fueron detenidos por la Guardia Civil e ingresaron en una prisión del lado marroquí donde les quitaron los pasaportes. “Si me hubieran dado la oportunidad de volver a mi país en ese momento, no lo hubiera dudado”.

Se había convertido en un sinpapeles más. Relata el hacinamiento, el hambre y la insalubridad de la cárcel. “Teníamos que permanecer de pie, pegados los unos a los otros. De madrugada venían y cantaban una lista de los que iban a deportar. Por fin, tras tres semanas infernales, escuché mi nombre”. Les llevaron a la frontera con Argelia, al desierto, donde les abandonaron a su suerte, sin ropa, ni agua, ni comida. Tras varias noches de caminata clandestina, se unieron a otros deportados que vivían en el bosque. “Por las noches salíamos cerca de la carretera y los camioneros nos lanzaban monedas. Las mujeres musulmanas tienen prohibido hablar con los extranjeros, pero nos traían panes y agua. Bajo sus burkas, las oíamos llorar por nosotros. Su solidaridad es de las cosas más conmovedoras que he vivido en el camino”.

Tras ocho meses malviviendo allí, localizó a familiares quienes le enviaron dinero para pagar su viaje. “Íbamos unos 60, habíamos pagado más de 600 dólares para cruzar de nuevo a Marruecos. Al llegar al desierto nos abandonaron. Sólo llevábamos una garrafa de agua”. Les indicaron la dirección en la que caminar y que tardarían 4 o 5 días. Fueron tres largas y penosas semanas, caminando de madrugada y durmiendo de día.

“Cuando estaba al límite después de muchos días caminando, vi a compañeros caer al suelo desplomados y morir. Lloraba, pero sin lágrimas. Para sobrevivir tuvimos que beber nuestra orina. Las chicas tenían más y podían vender parte de la suya”. Kenneth fue de los pocos que sobrevivió.

Mientras, la vigilancia en la frontera con Ceuta se había endurecido. Ya solo había una forma de cruzar: en patera. Tras el rescate, inicia la última etapa de su periplo, primero en Almería donde trabajó en los invernaderos y después en Murcia donde, tras unos años trabajando en la construcción, retomó su “promesa” confirmando su vocación de sacerdote. “Si bien mi idea inicial fue el Derecho, desde la Iglesia me dedico igualmente a luchar por la justicia y de dar voz a los silenciados”.

Recientemente ha puesto en marcha una fundación en Nigeria dedicada a formar a los jóvenes. “Doy mi testimonio para que se sepa la verdad sobre el camino. La mafia se aprovecha de la ignorancia de los más vulnerables.  El desarrollo pasa necesariamente por la formación y la educación. Si los jóvenes ven que tienen una oportunidad en su propio país, no se vendrán poniendo sus vidas en peligro”.

El director José Manuel Colón recoge la historia del Padre Kenneth en el documental “El Camino” (Nexflix) que trata sobre la migración en distintos países y ha sido rodado en nueve países.

Rocío Gayarre

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