Conceder valor a algo valioso puede sonar a obviedad, pero si alguien valora su salud no tendría un cigarro en sus labios varias veces al día y sin embargo ocurre. Se nos llena la boca diciendo que gozar de una buena salud debe estar por encima de cualquier bien material, pero según qué cosas nos cuesta mucho rascarnos el bolsillo para pagar por algo que a la larga será muy beneficioso para esa salud que tanto decimos querer. Centrando el debate en el ejercicio físico, podemos pensar que pagar por algo que cualquiera puede hacer de manera gratuita es una tontería. Lo más habitual es que quien piensa esto lleve años sin moverse porque, admitámoslo, aunque no pagues por un gimnasio y seas autodidacta algo de dinero hay que gastar, aunque sea en unas zapatillas y algo de material. Para quienes dan el paso y estén dispuestos a asumir un gasto por tener acceso a un área con infraestructura preparada para hacer ejercicio, ya sea gimnasio, polideportivo o cualquier otra fórmula; buscar una cuota muy baja suele estar entre los primeros argumentos a la hora de decidirnos por este o aquel lugar. Son realmente pocas las personas que dan el salto al tercer escalón, que no es otro que el de pagar por un entrenador personal ¿Es un lujo?¿Merece la pena?¿Me va a aportar valor real?¿Cómo sé que estoy escogiendo al profesional adecuado? Vamos a intentar dar respuesta a estas preguntas.
Un entrenador no debería ser alguien que se contrate ‘porque está de moda’
Hay determinados círculos sociales ‘cuquis’ en los que hay que subir a Instagram la foto de un postre saludable, alguna manualidad, uno o dos outfits, una foto en la naturaleza con tu SUV y un perrito feliz y alguna historia en la que sufres una barbaridad haciendo un truño al que te refieres como una ‘rutina fullbody’ y que un paciente entrenador personal soporta porque no es justo morder la mano que te da de comer. Este patrón de comportamiento es real y tiene algo de positivo y negativo al mismo tiempo. Vamos primero con lo positivo, que no es otra cosa que dar relevancia a la figura del entrenador como alguien que ayuda y guía a cualquier persona a la hora de entrenar. Lo negativo reside en que dependiendo del contexto y del tipo de contenido que se esté compartiendo, la imagen de banalidad que se puede transmitir haga que muchas personas entiendan que para eso no pagan, que o es una tomadura de pelo o que sus objetivos deportivos no se ajustan en absolutamente nada a eso que están viendo. Aquí conviene aclarar que el perfil del cliente es el que muchas veces determina el servicio que se le presta. Puedes ir a un concesionario para comprar un todoterreno porque te gusta ir en los atascos sin angustiarte al poder mirar por encima del resto de vehículos, pero otro cliente puede comprar el mismo coche porque trabaja en una finca transitando caminos forestales que a menudo son casi intransitables. Diferentes fines, diferentes perfiles… y el coche vale en ambos casos.
Un entrenador es una inversión, nunca un gasto
Puedo afirmar con rotundidad que una de las decisiones clave que tomé a nivel personal cuando perdí veinticinco kilos, fue la de contratar a un entrenador personal. Tardé mucho en hacerlo, al fin y al cabo percibía como un lujo pagar por unas sesiones de atención personal cuando ya tenía el gasto de la cuota de mi gimnasio, pero la realidad es que hubiese ahorrado tiempo y dinero invirtiendo mucho antes en un entrenador personal. La percepción de qué merece la pena y qué no, qué es barato y qué es caro es muy personal. Te puede parecer una auténtica barbaridad lo que cuesta una entrada de cine, pero pagar sin remordimientos tres copas en un bar. Todos tenemos prioridades, algunas son imponderables y los recursos son limitados, eso es cierto. Pero si tienes que tomar medidas serias en cuanto a tu estado de forma, hacerlo en solitario o basándote en el contenido que puedes encontrar en Internet te va a dar muchas papeletas para el fracaso. Necesitas ayuda, orientación y supervisión ahora bien ¿Cómo elegir a un buen entrenador o entrenadora?
Tomar una buena decisión. En la mayoría de ocasiones lo importante es lo que no se ve
No te dejes engañar por un físico imponente o una pared repleta de títulos. Si esto fuera determinante no habría campeones olímpicos con entrenadores con edades entre los cincuenta y los sesenta años y una barriguita imposible de disimular. Es poco probable que alguien que se dedica a la salud, tenga la suya descuidada, otro tema es que tenga que tener el aspecto del primo de Zumosol. Antes de tomar la decisión de contratar a nadie, te recomiendo una conversación en la que expliques tus objetivos y escuches cómo trabaja esa persona, si tiene un único método o es versátil. Observa cómo trata a otros clientes, qué tipo de interacción tiene con ellos, su nivel de interés, su capacidad para enseñar, demostrar, corregir y para escuchar a su cliente sabiendo adaptar su manera de trabajo sin que por ello modifique el objetivo final. No busques en un entrenador personal ‘que te ponga una tabla’. Si alguien te pone una tabla sin conocerte, sin evaluarte y sin una plan mínimo en cuanto a cómo conseguir tus objetivos, algo empieza mal. Si no dejarías entrar en tu casa a realizar una obra a alguien sin garantías ¿dejarías tu cuerpo en manos de alguien en quien no confías? Dale el valor que tiene, sé exigente con tu elección y en justa reciprocidad sé exigente con lo que tú le vas a dar a él o ella en cada entreno. Como muchas otras cosas en la vida, si no lo pruebas no sabrás valorarlo en su justa medida. Date una oportunidad a mejorar de verdad y que la fuerza te acompañe.
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