Microsoft ha cometido unos cuantos errores en su corta vida como empresa, pero la presentación de su Xbox One, ha sido de los más sonados. La compañía ha protagonizado dos meses de comentarios de clientes molestos, declaraciones de Microsoft desafortunadas, cruces de tweets entre empleados de Microsoft y usuarios, despidos camuflados como renuncias voluntarias.
Lo último ha sido el abandono de Don Mattrick, el presidente de “Interactive Entertainment Business de Microsoft”, el máximo responsable de Xbox One, el mismo que la presentó hace dos meses y que protagonizó unos comentarios poco afortunados durante el E3 en Los Ángeles.
Hemos vivido un clásico ejemplo de lo que ocurre cuando una empresa actúa en contra de los intereses de tus clientes, en este caso, los usuarios de Xbox. Microsoft, en vez de aportar nuevas funcionalidades que diesen un valor añadido a su nueva consola, hicieron todo lo contrario, con el afán de controlar la copia de videojuegos, Microsoft impuso un sistema muy restrictivo que impedía jugar si no se estaba conectado a internet o compartir e intercambiar juegos con amigos, privilegios que han disfrutado desde siempre los jugadores de videojuegos.
La copia de videojuegos está claro que daña a la industria, pero en este caso Microsoft intentó hacer pagar a justos por pecadores. Si yo compro un juego, no tengo por qué verificar por internet cada 24 horas con Microsoft que ese juego es legal, y si quiero venderlo, regalarlo o prestarlo, tengo que poder hacerlo, tal y como se ha hecho siempre con los videojuegos.
Está claro que si le quitas derechos que ya tenían asumidos como propios a tu comunidad de clientes, estos van a reaccionar. Lo preocupante es que Microsoft tardara más de un mes en darse cuenta y rectificar una política tan desacertada.
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