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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Los Dalton, el clavo de oro del western cómic

Los Dalton, el clavo de oro del western cómic
Pablo Delgado el

Desde Europa tenemos asociado cuando hablamos de lejano y viejo oeste, a las películas de indios y vaqueros. Películas que marcaron la historia del cine como grandiosos largometrajes -entre otros- realizados por John Ford como La diligencia, La legión invencible, Fort Apache. Pero esa época en la que se empezó a colonizar el oeste americano a mediados y finales del siglo XIX conllevó una transformación tecnológica y económica de los Estados Unidos. Tecnológica por el desarrollo del motor de vapor que impulsó la idea de crear locomotoras que pudieran arrastrar trenes por líneas originando así el tren actual, que para muchos fue el icono del crecimiento económico.​ Su aparición permitió el abastecimiento de industrias como el carbón y el acero, e inició lo que vino a denominarse como el «gran negocio del siglo”.

El hito fundamental ocurrió bajo el mandato de Abraham Lincoln que dio el empujón final al proyecto de unir la costa Este y el Pacífico. En 1871, las líneas del ferrocarril abarcaban 128 millones de acres. Con el tiempo, la mayoría de las compañías de ferrocarriles vendieron las tierras previamente asignadas por el Estado para recaudar capital y estimular otro tipo de negocios, como granjas y nuevas poblaciones, para así asociarlas con la industria.

Con la ley de ferrocarriles Pacific railway Act de 1862, la Pacific railway Act., la Union Pacific Railroad y la Central Pacific Railroad recibieron la adjudicación para la construcción del primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos. Gracias al dinero que pagaba el gobierno por cada kilómetro construido, la interconexión entre las dos costas se convirtió en una competición entre las dos compañías para ver quien llegaba antes. Las líneas de la Union Pacific y la Central Pacific se encontraron el 10 de mayo de 1869 en Promontory, Utah.

La expansión de este medio de transporte incentivó la compra de territorios por parte de las compañías ferroviarias, con objeto de fomentar el tráfico de personas y el comercio. Desde 1850 a 1910, aparecieron numerosos pueblos debido al paso del ferrocarril, muchos de ellos de corta duración, de pésima reputación y malas condiciones de vida.

El ferrocarril transcontinental terminó con las románticas líneas de diligencia, mucho más lentas y arriesgadas. Pero el ferrocarril tampoco se quedaba exento de un riesgo ya que las armas fueron un elemento habitual en la vida del salvaje oeste. Colonos, bandidos, militares y servidores de la ley las utilizaban para defender la tierra y las personas pero también para perpetrar delitos. Entre los delitos más frecuentes estaban los asaltos de bancos y a los trenes. Las ciudades atraían a multitud de empresarios y comerciantes, pero también a pistoleros, prostitutas, proxenetas y apostadores. Para controlarlos o por lo menos intentarlo se encontraba el alguacil encargado de hacer cumplir la ley. Pero no todos eran de fiar.

La literatura, el cine y el cómic han dedicado muchas imágenes y palabras al Oeste americano y a los criminales. Aunque no todos eran criminales, por su puesto, lo que más ha destacado de dicha época y se ha magnificado han sido las fechorías de muchos de ellos. Toda esta literatura forjó la leyenda del Oeste como un territorio brutal y salvaje, y debido a ello surgió el epíteto de «salvaje oeste».​ Muchos malhechores del Oeste han pasado a la posteridad como Billy the Kid, que tuvo una vida corta —murió con apenas 21 años—; Jesse James que fue considerado como un Robin Hood moderno; John Wesley Hardin; Sam Bass, etc. Hubo también bandas criminales como la de los hermanos Dalton, célebre grupo de forajidos durante 1890 y 1892 se especializaron en el robo de bancos y trenes.

Entre ese conjunto de literatura del oeste está el cómic Los Dalton (Dibbuks) con guión de Olivier Visonneau (1970) y dibujo de Jesús Alonso Iglesias (1972), nos hacen un genial retrato del viejo y lejano oeste a través de este grupo de hermanos. Visonneau se inspira en la verdadera historia de los hermanos Dalton, bandidos famosos en el cómic como personajes de la serie Lucky Luke, creada por Maurice de Bévère, conocido como Morris.

La historia parte cuando asesinaron a uno de los hermanos; Frank que había estado siguiendo la pista de un ladrón de caballos en el territorio de Oklahoma. Tras localizar al sospechoso, se produjo un enfrentamiento con revólveres, resultando Dalton y dos de los forajidos muertos. Tal vez con el deseo de vengar la muerte de su hermano, los tres jóvenes Dalton —Grattan, Bob y Emmett Dalton — se convirtieron en defensores de la ley. Pero en 1890 los jóvenes pasaron al otro lado de la misma.

En Los Dalton podemos apreciar un guión bien documentado, que para hacer ágil la historia va saltando entre flashbacks como pantallas dibujadas que muestran una representación sin entrar muy en profundidad en parte de la historia del lejano oeste, con su ferrocarril, prostitutas, saloones llenos de jugadores de cartas, el descontento de las gentes de algunos pueblos por las expropiaciones que se hicieron de sus tierras por el paso del ferrocarril, y sobre todo, sus forajidos. Retratados con un brillante dibujo realizado por Alonso Iglesias -ganador del premio a Mejor obra Nacional en el Salón del Cómic de Barcelona 2016 por El fantasma de Gaudí (Dibbuks)– bajo la línea clara de influencia del dibujo franco-belga, podemos trasladarnos a ese marco histórico que tiene sus adictos, tanto en el cine como en el cómic de temática western. Introduciendo imágenes estereotipadas de los pueblos y vestimentas del lejano oeste, introducen al lector en zonas de silencio -e incluso de turbia atmósfera- en las que parece que el tiempo se paralice durante las acciones violentas de los tiroteos propiciados por los forajidos generando un dramatismo colorido en cada viñeta.

Los Dalton es un destello de cómic, un clavo de oro entre los innumerables clavos que agarran los raíles del ferrocarril al suelo polvoriento que atraviesa los desiertos del oeste americano cargado de oro, en el que el lector -sea amante del género o no- disfrutará de una historia cargada de aventuras y tensión.

Los Dalton // Dibbuks // Jesús Alonso Iglesias y Olivier Visonneau // 112 págs. // 22 euros // 2017

 

 

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