España, 1 de abril de 1939, «la guerra ha terminado» es la frase con la que concluye el último parte de guerra en la noche de aquel día con un toque de atención del cornetín anunciado desde la emisora de Radio Nacional en Burgos. Tres años de lucha entre hermanos llegó a a su fin -en principio-. El ejército republicano ha caído a pocos meses del inicio de otra guerra, la Segunda Guerra Mundial. Todo un país se había partido en dos, provocando enormes heridas entre las gentes, sobre todo, en aquellos que habían sido vencidos, ya que no solo perdieron la guerra, sino la esperanza de un futuro prometedor, siendo receptores más tarde de un presente mucho peor, moviéndose entre la muerte, la cárcel, los campos de concentración, el hambre, las enfermedades, en definitiva una posguerra de lo más dura de la que muchos optaron por el exilio. Muchos de los leales a la República consiguieron salir del país. Otros tuvieron que esconderse en los montes de la represalia de los vencedores.
«Si no huyo al monte me matan». Esta era una de las frases que más emplearon los llamados maquis, unos guerrilleros que se formaron -durante la guerra civil española- en contingentes humanos que, frente al avance de las tropas del General Franco van echándose a las montañas. Mucho más se dio cuando al término de la guerra, dada la inseguridad creada por la represión de los sublevados, son muchas las personas implicadas en movimientos políticos de izquierdas que deciden no entregarse, ya que en su mayoría serían fusilados, pasando a convertirse en lo que se dio en llamar los huidos o los del monte. Estas gentes, en ocasiones simples simpatizantes, se escondieron mayoritariamente en sus casas o en casas de familiares, siendo en un principio una minoría la de los que buscaron refugio en las montañas. Estos grupos dispersos fueron el germen de las posteriores agrupaciones guerrilleras.
Los maquis se movían principalmente por zonas montañosas de toda la península, preferentemente por las zonas boscosas o provistas de vegetación densa que les proporcionase cobijo y escondite. Se tendió a elegir áreas dónde se pudo contar con la colaboración de, al menos, una parte de la población, dado que sin el apoyo de ésta difícilmente podrían sostenerse con vida y esperanza. En las zonas de clima más adverso, como por ejemplo las montañas de León, fue relativamente frecuente que los maquis pasaran períodos de tiempo más o menos largos escondidos, en pequeños grupos, en casas de apoyos dentro de los pueblos, especialmente durante los meses invernales. El monte fue salvavidas para esas gentes de una gran resistencia física como política, hijos de una circunstancia que tuvieron que vivir y sobrevivir a una realidad a la que tuvieron que enfrentarse. Fueron un movimiento muy politizado, pero que en lo fundamental de sus acciones, eran las puntuales, mediante los sabotajes como derribar un puente con dinamita para mermar las fuerzas del opositor.
El derribo de un puente sirve de nexo de unión con la historia contada por David Muñoz y dibujada por Rayco Pulido. Sordo, publicado por primera vez en 2008 y ahora reeditada por Astiberri, nos acerca en formato cómic a la figura del maquis, en concreto la historia transcurre en el Norte de España en 1942. Anselmo, junto con varios milicianos republicanos que perdieron la guerra civil, preparan el sabotaje de un puente (indeterminado). Algo sale mal y la bomba explota antes de tiempo. Tras la detonación, Anselmo pierde la capacidad de oír. Ensangrentado, aturdido y solo, comienza una lucha locuaz por sobrevivir, enfrentándose a la soledad y a la pérdida de uno de sus sentidos.
En la historia se juntan la experiencia narrativa de Muñoz –guionista de El espinazo del diablo, de Guillermo del Toro, entre otras obras de cómic, cine y televisión– y el gran dibujo expresivo y realista de Rayco Pulido –autor de Lamia (Astiberri), Premio Nacional del Cómic 2017–. Una grandeza narrativa con la que manejan de forma maestra la elipsis, que te hace meterte en la trama desde la primera viñeta, de una forma sutil y sencilla empleando más adelante unos silencios abiertos -que realmente no lo son-, ya que con su gran expresividad gráfica puedes llegar a oír desde el ruido e la lluvia al caer, hasta las pisadas de Anselmo por la nieve en su travesía desamparada por las montañas.
El mérito y originalidad de los autores está en la palabra casi ausente y el gran equilibrio gráfico de la obra, que goza de una muy buena estructura narrativa. Silencios que hablan por si solos en los que se puede percibir el sufrimiento de una persona que por sus ideales busca sobrevivir a una realidad no deseada, a través de la amistad, la perseverancia y el tesón por encontrar un camino al que agarrarse.
Esta edición de Sordo, viene con una nueva rotulación manual, cubierta y guardas, dos páginas más, así como material extra de proceso creativo que le confiere una nueva vida, mientras se prepara la versión cinematográfica, podemos gozar de este acercamiento a parte de la Historia de España, en una garantía de calidad implicada en el dibujo desprovisto de cualquier referencia psicológica, ya que amplía una visión cruel de un diálogo gráfico que funciona como mero intercambiador de significados.
Sordo // David Muñoz, Rayco Pulido // Astiberri // 201/ // 14 euros
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