Esta reseña podría decirse que llega un poco tarde -un año puede ser- pero creo que más que tarde, podría ser que llega muy pronto. Tarde porque el pasado 2019 se cumplieron 500 años del inicio de la expedición de Magallanes a las Molucas propiciando la primera vuelta al mundo. Y pronto porque en 2022 se cumplirán 500 años de la llegada de Juan Sebastián Elcano a bordo de la Victoria a la ciudad de Sevilla, dando término a dicha expedición.
Con motivo del V Centenario, Alianza editorial recupera el relato que hizo de primera mano Antonio Pigafetta (1480-1534). En una edición actualizada y renovada de la traducción realizada por Isabel de Riquer La primera vuelta al mundo. Relación de la expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522) ofrece conocer a fondo cómo fue esa magnífica aventura protagonizada por 5 navíos que partieron de aguas españolas.
Antonio Pigafetta era natural de Vicenza y se enroló en una de esas cinco naves de la armada capitaneada por Fernando de Magallanes (1480-1521). Pigafetta no viajaba como descubridor, mercader, navegante o misionero. Él era un lector voraz de libros de viajes que quiso vivir esa aventura buscando importantes influencias para embarcarse y conocer tierras nuevas con el propósito de hacerse famoso como lo habían sido y lo estaban siendo en aquellos momentos históricos los hombres que habían tomado parte en los grandes viajes de los descubrimientos de las nuevas tierras.
La edición cuenta con una completísima introducción de la filóloga y traductora catalana Isabel de Riquer, esencial para entender la obra de Pigafetta así como el viaje de Magallanes. Una ruta de la Especiería que tenía como objetivo encontrar el camino más corto para llegar al Maluco, a las famosas islas de las Especias.
La Trinidad gobernada por Magallanes, la Victoria por Luis de Mendoza, la Santiago por Juan Serrano, la Concepción por Gaspar de Quesada y la San Antonio por Juan de Cartagena, emprendieron la aventura un 10 de agosto de 1519 partiendo de Sevilla a través del Guadalquivir rumbo a mar abierto, hasta que un mes después desde Sanlúcar de Barrameda salen definitivamente en busca de esa ruta tan deseada.
«Ahora las aventuras del Renacimiento estaban en el mar; no en el Mediterráneo que ya les resultaba pequeño. La nueva ruta estaba hacia el oeste, empezaba en el Atlántico. Allí estaban las islas y los hombres de extrañas costumbres que los libros describían desde hacia siglos», escribe de Riquer. En esa época eran los testimonios de aquellos que lo habían vivido en primera persona los que tenían el argumentum veritatis del hombre del Renacimiento, «yo lo he visto», y por tanto explicarlo.
El relato de Pigafetta puede ser considerado como una crónica literaria de viajes, en la que la aventura e incluso el suspense de algunos acontecimientos son relatados y atrapan en su descripción, a un lector que si se pone y se transporta al momento de su publicación en aquella época, es algo fascinante e inigualable, accediendo a un documento histórico y a la vez literario. El veneciano, durante el viaje, redactó en forma de diario lo que podría ser «el libro» que entregó al rey de España a su llegada. Un relato que se centra mucho en la descripción de los lugares, y sobre todo, de las gentes que poblaban aquellos sitios y sus costumbres, «como si fuera un naturalista o un antropólogo, de los animales y los peces, de las flores y de los árboles, de los paisajes y, sobre todo, de las costumbres sociales. gastronómicas, sanitarias, religiosas y sexuales».
Palabras, que en algunos momentos del relato se echan en falta, sobre todo, después de la muerte de Magallanes, la llegada de Elcano a Sevilla, o cómo fue el viaje de vuelta bajo el mando del capitán español. Esto demuestra que el veneciano profesaba una gran devoción por el Capitan General ensalzando la imagen del portugués, por lo que omite sobre su despótico comportamiento y el duro sistema para mantener el orden y su autoridad sobre las cinco naves de la expedición. «Pigaffetta calló lo que no le interesaba que se supiera del viaje, e insistió en la experiencia propia, en la visión personal, delatando una natural y acertada intuición al escoger o destacar determinadas expresiones, personas y acontecimientos reales, que se mezclaron hábilmente con reminiscencias librescas y con las modas narrativas de los relatos de descubrimientos (…) Pocos relatos de viajes emanan un aire de ‘verdad’ como éste, en el que lo extraordinario parece verdadero, por lo menos en el sentido de que verdaderamente le ha sido contado o verdaderamente lo ha visto», comenta de Riquer.
Pigafetta nos transmite emociones sinceras a través de sus palabras, a través de esas descripciones de aquello que veía, no solo a aquellos más cercanos a los que leyó fragmentos o les envió extractos en aquella época, también al lector actual logra transmitir la épica de un viaje que no se volverá a hacer nunca. Un viaje del que de los más de 200 marineros que se embarcaron, regresaron solo 18 hombres a bordo de la nave Victoria que además trajo resultados científicos muy importantes: el descubrimiento del estrecho de Magallanes y del archipiélago de las Filipinas, y la exploración del Océano Pacífico, dando además como resultado incuestionable que la Tierra era redonda y que las zonas tropicales y las antípodas estaban más que habitadas.
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