España se caracteriza por una amplia multiculturalidiad de las regiones que la componen, con una trayectoria de siglos de historia en las que hubo reinos con sus reyes, y sus respectivas batallas entre ellos, para así conseguir el poder. Esto a día de hoy está todavía al orden del día, eso si a otros niveles por nuestra seguridad, pero que sigue todavía siendo motivo de enfrentamientos ya sean dialécticos, políticos, territoriales o económicos.
España somos un país que tiene en sus regiones su forma de ser, su esencia, en la que puedes encontrar una riqueza impresionante, de norte a sur y de este a oeste, algo que yo creo, que muchos países nos deben envidiar. Esos lugares que se distribuyen a lo largo del país, muchos de los dialectos de cada territorio forman parte de nuestro vocabulario castellano. Un vocabulario que en su expresión coloquial, es aquel que empleamos para describir hechos que se nos presentan como cotidianos y queremos expresar cercanía, asombro, misterio, duda o despiste, en muchas ocasiones, no nos hemos parado a pensar cuáles son sus orígenes.
Por ello, hay un viaje que podemos realizar por España a través de esos lugares que siempre hemos oído hablar de ellos y nos hemos preguntado si existen o son pura invención que se ha ido metiendo en nuestro lenguaje a lo largo de los años. De la mano de Julio Llamazares, poeta, ensayista y narrador español. Escritor cultivado en la literatura de viajes y la crónica de prensa, publica junto a Nórdica Libros, un recorrido por el que podemos adentrarnos en ese lenguaje y en esa España, en búsqueda de un paraíso que tenemos al alcance de la mano a través de la lectura de los textos que componen “Atlas de la España imaginaria”, así como las fotografías honestas y cercanas al retratado, sin artificios adicionales que los acompañan realizadas por José Manuel Navia y además con valor añadido a los textos del artista plástico e ilustrador afincado en Barcelona, David de las Heras, que nos traslada a través de su dibujo con toques de cuento, a una interpretación onírica de dichos lugares con unos colores pastel que realzan a la perfección dichos tópicos típicos. Unos textos y fotos que aparecen reunidos por primera vez ya que se publicaron por separado en el Magazine de La Vanguardia.
Pero ¿cuáles son esos lugares paradisiacos? ¿Existen realmente? ¿De dónde vienen las expresiones?: estar en Babia, entre Pinto y Valdemoro, la ínsula de Barataria, las Batuecas, todos a una como Fuente Obejuna, Jauja, y los cerros de Úbeda.
Jauja o Cucaña, es el sitio por el que Llamazares empieza su geografía humana de los parajes tópicos. Una metáfora de abundancia y permisividad en la Europa de la escasez actual y la intolerancia. Viajamos desde los tópicos lingüísticos hasta sus orígenes, en los que contrasta la lírica de la fantasía en la realidad prosaica. Siguiendo con Jauja (llevada al teatro en los Pasos de Lope de Rueda) se describe un paraíso donde a la gente la pagan por dormir, los árboles dan buñuelos y las calles están pavimentadas con yemas de huevo. En esta tierra todas las maravillas son posibles, puesto que todas nacen de la imaginación, excepto el lugar que le corresponde en el mundo a Jauja, un pueblo de apenas 1.000 habitantes situado entre la frontera de Córdoba y Sevilla, que poco o nada se diferencia de cualquier otro pueblo de Andalucía.
De Jauja saltamos a Babia, lugar de la provincia de León situado en la frontera con Asturias, en el que se retiraban los reyes para aislarse de la corte y practicar la caza. Babia está bañada por el río Luna y dio origen a una expresión, que contra lo que muchos piensan, no es sinónimo de inocua o ignorancia sino de ensimismamiento.
De Babia nos vamos al centro, a un territorio incierto que lo mismo sirve para ejemplificar un pronóstico que para nombrar una indecisión, ha pasado a convertirse a diferencia de los otros en lugar irreal e impreciso, ¿quién no ha estado alguna vez entre Pinto y Valdemoro? a mitad de camino entre la imaginación, el cuento y la imprecisión.
Desde la imprecisión saltamos a la ínsula cervantina de Barataria, un lugar imaginario dentro de la imaginación del pobre amigo Sancho Panza que pensaba que era la persona más importante de dicha ínsula: “Vuesas mercedes queden con Dios, y digan al duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo; ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al contrario de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”. Palabras del amigo Sancho que las podríamos aplicar a la actualidad de nuestro país. Un país necesitado del ideal de paz entre políticos y felicidad entre las gentes y no estar perdido en Las Batuecas, dicho que no es tan popular como estar en Babia, pero que tiene un significado casi similar que nombra un estado de extrañamiento, que además puede llevar a los cerros de Úbeda, una ciudad con un paisaje espectacular con millones de olivos verdes punteando la tierra ocre de la que disfrutan sus 40.000 habitantes. Sea cual sea el origen de la frase hecha, lo que está claro es que irse por los cerros de Úbeda significa extraviarse en el discurso o en lo que iba diciendo. Un discurso que hace que lleguemos al final del viaje plantándonos en Fuente Obejuna municipio de la provincia de Córdoba (Andalucía). Dicho discurso es famoso por los sucesos históricos del siglo XV que inspiraron la obra teatral Fuenteovejuna escrita por Lope de Vega y publicada en 1619 en donde el drama que se produce por la unión del pueblo contra la opresión y el atropello del Comendador , “¿Quién mató al Comendador? Fuenteovejuna, Señor. ¿Quién es Fuenteovejuna? Todo el pueblo, a una.”
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