En las últimas décadas se ha prestado una atención sin precedentes a los cómics, y por una buena razón: son mejores, más extraños, más sutiles, y sobre todo, más ambiciosos que nunca. Su calidad y elaboración ha subido hasta tal punto que en algunos medios están siendo comparados con la «alta» literatura. Lo que está claro, es que es otro formato en el que se cuentan historias. Un medio que puede ser más asequible para un lector que busca entretenimiento, pero hay historias contadas a través de este arte secuencial (como denominaba el gran Eisner al cómic) que son complejas y enriquecedoras, y que hacen plantearse situaciones personales y reflexiones al lector, aportando un gran valor intelectual, además de disfrutar de magníficas representaciones visuales.
Es el caso del grandioso y grandilocuente trabajo del dibujante estadounidense Chris Ware (Omaha, 1967) que apareció en un periódico de Chicago (en el New City), cuyos editores decidieron hace muchos años darle a su trabajo la dignidad que se merece, permitiéndole una página completa, todas las semanas y a todo color. Así nació a modo de tira cómica en 1993 «Jimmy Corrigan: The Smartest Kid on Earth». Dice Ware que «en un principio solo se trataba de un ejercicio de improvisación que no debía llevarme más de un verano». Y se ha convertido en uno de los cómics más influyentes de los últimos años. «Jimmy Corrigan» no fue editado como obra completa hasta el año 2000.
La culminación de cinco años de estas entregas, es editada (2016) en español y en formato tapa blanda por Reservoir Books. «Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo» es una genial obra en la que Ware cuenta la historia de un hombre encorvado, casi calvo, algo patético de 36 años de edad (aunque parece que tiene muchos más) llamado Jimmy Corrigan. Un ser completamente agorafóbico que apenas puede procesar y responder una pregunta que se le hace, y mucho menos manejar un encuentro con una mujer, un médico, y menos aún con su padre. Un padre que ha estado ausente desde que era muy pequeño, y además, ha crecido con una madre que conocemos como molesta y posesiva.
A través de flashbacks yuxtapuestos entre el Chicago de la década de 1890 y el Michigan más provinciano de la década de 1980, se describe la vida de cuatro generaciones de la familia Corrigan, cuatro hombres que comparten el hecho de haber vivido historias similares de rechazo y abandono; historias que parecen desembocar, casi como consecuencia lógica e ineludible, en los problemas con la figura paterna, que explotan cuando Jimmy recibe una llamada en la víspera de acción de gracias, de su verdadero padre que finalmente quiere conocerlo.
La crítica lo aclamó a este primer libro de Ware, que no se había visto desde Maus nada igual. Ganó el Guardian First Book Award y el American Book Award, y Ware fue llamado por todos, desde «un genio» y «el artista más versátil e innovador que el medio ha conocido» hasta ha sido calificado como «la Emily Dickinson de los cómics».
Lo que no genera dudas, es que la obra de Ware es un exploración experimental y minuciosa del distanciamiento familiar. Una historia de corte naturalista con tintes modernistas, en la que la dura realidad y el autoengaño son pura incomodidad humana, como se revela en esas cuatro generaciones de la familia Corrigan. El principal Jimmy no es muy perspicaz que digamos y entonces se dirige a conocer a su padre por lo que viaja finalmente a Michigan para pasar el día de acción de gracias; esto se entremezcla con esas escenas de la infancia brutal y solitaria del abuelo de Jimmy, James Corrigan, quien es abandonado por su propio padre durante la Exposición Mundial de Chicago en 1893.
Todo un drama sombrío, en el que los dibujos coloridos de Ware son meticulosos y fríos. Como te deja esta historia, no en el sentido de pasividad ante un hecho, sino todo lo contrario, la historia ejerce una presión brutal sobre el lector. Acompañado además con esos colores planos y apagados, y líneas rectas de trazos gruesos y curvas perfectas que se aprecian en la magistral representación arquitectónica que hace Ware de las ciudades. Así como la originalidad de la disposición de todos los personajes que van pasando por la historia y Ware no muestra sus caras, descentrando así al lector y poniendo además un toque de misterio en eso que no muestra del todo.
La originalidad radica también en la presentación de las viñetas que siguen una cuadrícula horizontal ordenada, pero tienen una tendencia incómoda de reducirse ocasionalmente a casi la ilegibilidad de los textos. Tengo que reconocer que me ha costado un poco poder leerlos, pero merece la pena el esfuerzo. O de repente cambia el discurso gráfico y la linealidad de la obra para exigir que se lean de derecha a izquierda o de arriba a abajo, o incluso desaparecer por completo, para ser reemplazados por una tipografía bonita con palabras de continuidad como «Así», «Y así»…
Es complicada, pero una vez que te vas empapando en su universo gráfico, te atrapa, por esa meticulosidad de los textos y por los magníficos dibujos casi hiperrealistas que contextualizan la historia (las representaciones arquitectónicas de Ware son increíbles, vuelvo a decir). Por ver cómo acaba esa relación con el padre de James. Un ser dominante, con exceso de trabajo, y en el que James no encontraba consuelo, ni tampoco en su casa o en la escuela, donde además era víctima, una y otra vez, de la aceptación y la reprobación de sus semejantes. Leemos la historia de James sabiendo que algo horrible vendrá de su relación con su padre, pero que con el tiempo parece que se va abriendo un rasgo para la reconciliación.
En definitiva, cada página de este volumen son pequeñitas obras de arte sublimes, que de alguna manera también se transmiten en algunas, de forma meticulosa, sutil y totalmente libre, un toque de humor, por lo desgraciado que llega a ser Jimmy. Una obra que expande el virtuosismo estético de Ware, por su originalidad, energía y calidad, tanto en imaginación como en ejecución. Chris Ware ha producido un libro hermoso que nos desafía a pensar de nuevo sobre qué es la literatura y hacia dónde se dirige a principios del siglo XXI, posiblemente el mayor logro puede estar en la forma.
Cómic