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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

El monólogo gráfico de Medea

Fermín Solís vuelve al cómic para adultos con una obra que narra el tormento del mítico personaje de la princesa y hechicera de la Cólquida llamada Medea

El monólogo gráfico de Medea
Pablo Delgado el

En la antigua geografía, la Cólquida, fue un antiguo Estado, reino y después región de la actual Georgia. En la mitología griega, Medea era la hija de Eetes, rey de la Cólquida, y de la ninfa Idía. Arquetipo de bruja o hechicera que comparte con Calipso y Circe -entre otras- su condición de ser mujer independiente, contraria al prototipo ideal de la época. Su personaje, tiene una gran repercusión e influencia en generaciones posteriores, sobre todo en autores trágicos como Eurípides (Medea) o Séneca. Según la tragedia de Eurípides, Medea, herida de celos ante el segundo matrimonio de su esposo Jasón con Glauce, decide matar a su rival y a sus propios hijos para vengarse de Jasón, huyendo con sus cadáveres en el carro de Helios hacia el bosque sagrado de Hera, en Atenas.

Una figura mítica que ha sido adaptada su historia a lo largo de los tiempos, sobre todo al teatro, y que representa a un tipo de mujer vigorosa, inteligente o sufridora. Un perfil de mujer con el que el autor de cómics Fermín Solís (Madroñera, 1972) nos trae Medea a la deriva (Reservoir Books), después de diez años sin trabajar el cómic de adultos y dedicarse al género infantil creando las colecciones de cómic como «Astro-ratón y bombillita» y «La tribu chatarra», así como de las novelas de la serie «Harry y Cerdon»; acerca una interesantísima adaptación de este personaje, con un punto de vista inusual y diferenciador, sobre aquello que le pudo pasar después a Medea, y a modo de castigo por la acción que había realizado. En el cómic, Medea es acosada por dioses y hombres que no aparecen, y vaga a la deriva a bordo de un iceberg que se va derritiendo por la inmensidad y la soledad del mar, además, se ha vuelto inmortal, por lo que al no poder morir, se deja llevar por los pensamientos y los recuerdos, en un repaso de su vida, en un emocionante y cautivador monologo, siendo esto lo único que tiene.

Sin necesidad de alimentarse, y sin poder morir, Medea es una mujer llena de matices que Solís representa como una mujer de edad avanzada, una Medea anciana, que tiene poco que ver físicamente con la tragedia de Eurípides (431 a. C.), por la que han pasado muchos años, en la que la sabiduría por ese tiempo transcurrido se hace visible junto a esa contradicción de matar a sus hijos por amor (para vengar la infidelidad de su marido). Ella reflexiona sobre un pasado que se ha ido construyendo a través de los recuerdos que mantiene. Un juego simbólico de imágenes y formas van ganando fuerza junto a las metáforas visuales que componen ese iceberg que sirve a modo de escenario y aquello que lo rodea. Se convierten en secundarios que desarrollan un diálogo con una mujer que reivindica sus decisiones y sus actos, su necesidad y derecho a ser una mujer que va más allá de ser «hija de» o «hermana de» o incluso «esposa de».

Solís ejecuta un cómic sensacional, en el que la elipsis lo es todo, con la que juega de modo magistral, metiendo en ese juego al lector proporcionándole una sensación teatral y de cuarta pared, que hace que la historia de Medea salga más allá de las propias viñetas y diálogos, invitando a ese lector cautivado a que tenga una interpretación libre sobre aquello que está viendo y leyendo. ¿Es todo una fantasía? ¿Se terminará de derretir el iceberg? ¿Qué pasará después? ¿Es una cárcel? ¿Una ensoñación de una actriz?…

El autor extremeño descubre qué pasó con esa Medea que cae en el olvido tras matar a sus hijos, por ello, aparece en ese bloque de hielo sin saber cómo ha llegado o por qué está ahí. Es un personaje maduro que está en el final de sus días. Medea se representa como esa mujer necesaria y que no se vé por la figura alargada del marido, que realmente si no es por ella muchos de los éxitos no los habría logrado Jasón, y aquí pasa a protagonista absoluta. Un personaje con mucha fuerza que además de resaltar esa figura de mujer independiente trata otros temas recurrentes como la soledad y el aislamiento.

En definitiva, tras el éxito conseguido con Buñuel en el laberinto de las tortugas (2008),  Medea a la deriva es una sorprendente novela gráfica que incluso me atrevo a compartir que supera a la anterior, por ser todo un reto visual conseguido por Solís, al tener un solo personaje que recita un monólogo en un único escenario (el iceberg) blanco y vacío, y rodeado por un inmenso mar que funciona a modo público simbólico que escucha a Medea atentamente, usando cuatro colores: azul, blanco, negro y el rojo para destacar algunos momentos de tensión. Todo un atrevimiento, gráfico y narrativo, que una vez leída no deja indiferente al lector y estoy seguro que hará indagar más en ese personaje mitológico. Es un cómic que glorifica la expresión gráfica y un amanecer de la simplicidad de las letras.

Medea a la deriva // Reservoir Books // Fermín Solis // 2021 // 17 euros

Cómic

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