“No he querido saber, pero he sabido”. Javier Marías
“Las consecuencias de adherirse demasiado estrechamente a un pasado inventado o distorsionado pueden llevar con facilidad al desastre“.
John Elliot
“En la construcción del pasado a menudo se intercalan recuerdos imaginarios o memoria espuria o falsa (false memories), que pueden provenir de diversas fuentes, como relatos de otras personas, novelas o películas o como simple resultado de la imaginación. A este fenómeno lo denominan los neurólogos “amnesia de fuentes”.
“Sed un pueblo, olvidad todo lo que no sea la grandeza de Inglaterra. Yo os daré el ejemplo. Yo se que puedo salvar a Inglaterra, y que nadie más que yo puede hacerlo”. Con este tono y esta seguridad el señor Pitt se dirigía vigorosamente al parlamento inglés, como parece que hizo a lo largo durante toda su vida. Y a tenor de sus resultados, parece que no le fué del todo mal. Su convicción, su ideología, su política transformó el rumbo de la historia para esta nación que llamaba a las puertas de una nueva era. Incluso llego a planificar por primera vez en la Historia de Inglaterra, toda una estrategia en donde sus peones, a modo de una guerra que se transformaba en mundial, se movían por un tablero global. Un damero en el que resultaba fundamental el dominio del mar y la victoria en los teatros no europeos de la guerra. Aquellos teatros en los que desde hace siglos se hablaba Español. Pero antes existía un pequeño escollo. Para aspirar a dominar buena parte del mundo era necesario obtener un dominio indiscutible en un mar donde, a mediados del siglo XVIII, sólo la escuadra española podía ser aún una amenaza. La generación formada bajo Pitt produjo marinos como Nelson o Collingwood, militares como Wellington, exploradores como el capitán Cook y políticos como su propia dinastia, la de los Pitt. Con ella podría decirse que empezaría una nueva era…
Resulta que durante siglos, los españoles construyeron a lo largo de millones de kilómetros cuadrados todo un imperio. Con el descubrimiento del nuevo mundo, los exploradores Españoles abrían la puerta a un horizonte de futuro. Un nuevo orden internacional. En este cuestión, es especialmente interesante la visión del prestigioso catedrático regio de la Universidad de Oxford, John Elliott. El reconocido historiador ha explicado en diferentes momentos las similitudes, así como las diferencias que generaban los imperios hegemónicos Británico e hispano en el orbe mundial. Elliott explica cómo las estructuras políticas, económicas y sociales de la América española y de la británica acabaron pareciéndose a pesar de las diferencias que las separaban, y cómo todavía influyen en la América del siglo XXI. Imperios del mundo atlántico, un relato de la colonización europea de las Américas. Un análisis experto en el que se combina la investigación en profundidad con una narración de lectura apasionante. Un pasado que incide profundamente en el presente actual. Y sin embargo, historiadores como Elliot, desde el propio mundo anglosajón, nos habla del olvido de la causa Española en la actualidad. La cuestión de la amnesia sobre el imperio hispano, curiosamente lo califica como de cierta timidez.
Durante los días 20 y 21 de Enero, la Universidad de Southampton organiza el encuentro internacional; “Repensando los Imperialismos del siglo XVIII”. El centre of colonial studies, un prestigioso instituto que entiende la historia como un ente vivo y analiza pormenorizadamente en asuntos que inciden poderosamente en la actualidad, decidía centrarse en tan apasionante siglo. A pesar de la calidad de mucho de los ponentes, propio de la institución, al leer detenidamente los speaker y los temas seleccionados respecto al poder en el siglo XVIII, sorprende la inexiste huella de lo hispano, principalmente por la inexistencia de sus interlocutores.
España parece a tenor del programa, no existió. Y era curioso, porque en aquella época, los dominios del Imperio español alcanzaban los 20 millones de kilómetros cuadrados en el mundo. Era uno de los grandes. Y eso que los periodos de mayor apogeo quedaban atrás. Durante los reinados de FelipeII, Felipe III y Felipe IV,el Reino de España posiblemente sería el estado más influyente y preponderante del mundo. Y mantendría su poderoso influjo durante mucho tiempo, incluso en su nostálgica decadencia, o incluso en su influjo sobre las culturas hermanas de las Américas. Pues bien, este Imperio hispano “en el que no se ponía el sol”, parece no tener cabida en este think-tank sobre la cuestión colonial. No es la única ocasión en que no encontramos esta realidad. “Lástima que sobre la cuestión no este ningún español para hablar del tema”, espetaba en las redes socials Jesús Calero. “Siempre hay lugar para el encuentro”. Y realmente siempre suele ser enriquecedor tratar esto de repensar entre todos. Máxime en cuestión humanística. Si me apuras, en esta cuestión de los Imperios en el siglo XVIII, incluso con un sueco de por medio. Principalmente porque por aquel entonces la casa real sueca marca tendencia en el báltico. Formaba lo que se puede denominar un imperio basado en el dominio de la mar, como en buena parte también ocurría con el Español en otras áreas de influencia mundial. Es interesante dar a cada uno en su sitio en la historia. Contar siempre los puntos de vista de otras fronteras es enriquecedor. Aquí y allá. Ya se debata en nuestro país o en cualquier otro. Pero en el caso de tratar el asunto de Los Imperios en el siglo XVIII, contar con sus especialistas se torna en crucial. Principalmente para que como decía Elliott, no demos lugar a un pasado distorsionado.
Una amnesia intencionada.
“Para escapar del confinamiento de su continente y marea circundantes, algunos Europeos (léase españoles, también portugueses)intrépidos se aventuraron en el océano, un ámbito peligroso, a la conquista del mundo. La exploración militar, comercial y religiosa sus principales objetivos, que son por primera vez en la historia, conceptos globales. Mundiales“. Son palabras, en esta ocasión, de otro profesor emérito, concretamente de la Roosevelt University de Chicago. Daniel Headrick, “en su navegación en los océanos hasta 1800” deja bien claro el orden y el influjo de los creadores de futuros imperios. Y lo hace con “Poder e Imperio”, un manual que llena las estanterías de la blackwell de Holborn en Londres, la casa del libro o la librería express de la estación de Atocha. Otro recién “repensamiento” de los Imperios y las fluctuaciones del poder, en el que si se tiene en cuenta algo obvio. Es difícil pensar poder dibujar un horizonte del siglo XVIII en cualquiera de sus facetas, sin imaginar el influjo de la Real Corona Española. Era la clave de su tiempo.
Cuestión de poder. Es como si a día de hoy hiciésemos un curso en la Universidad Menéndez Pidal, que hace cursos y muy buenos, y al “Repensar los Imperios (que podría denominarse estrategias políticas globales) del siglo XX, sencillamente no dispusiésemos en la esfera como protagonista a Estados Unidos. Y entre las dos guerras mundiales, la guerra fría y el actual orden internacional, para explicar todo este jaleo no traemos a ningún americano. ¿Se podría explicar el Imperialismo en el siglo XX sin y desde el caso Estadounidense?. Pues difícilmente se podrá repensar un siglo XVIII sin el caso Español. La moneda, las personas, las rutas de intercambio, incluso los mapas que utilizaban esos marinos que siglos más tarde llegaban a aquellas aguas, “repenssando”, y también “renombrabando” las islas y archipiélagos que iban encontrando tras miles y miles de millas de navegación. No deja de ser paradójico que hace dos días, un 18 de Enero, fuese el día en el que oficialmente el insigne capitán Cook redescubriera, como si hubiese sido el primer marino en llegar a esos lejanos parajes, el camino, el rosario de esas islas y esos mares hispanos que doscientos años antes ya dibujaban y nombraban como el Pacífico Español. Pero aún más paradojico, que un día tal como hoy, el 22 de Enero de 1565, en el Océano Pacífico, la armada de Miguel López de Legazpi, fondease en aguas de la isla de Guam y tomase posesión de ella en nombre del rey Felipe II. 200 años antes de que Cook navegase por esas mismas aguas.
Desde Santo domingoa las Islas Marianas. Dese el Cabo de SanAgustín a las Carolinas. Cabos, estrechos, lejanos islotes y paradisíacos territorios llevaban nombres Castellanos o portugueses. Muchos de los cuales, al pensar que se descubren de nuevo por primera vez, se les denomina con nuevos nombres, muy diferentes de su bautismo de origen…
Ya lo clamaba John Elliott, y desde hace tiempo por estos lares, el Museo naval, las cátedras de América de diferentes universidades, el CSIC y la Real Academia. acompañados por notables investigadores Españoles. “La corona de España no tiene el reconocimiento que se merece en la historiografía actual”. El imperio español, con sus navegantes, sus barcos, sus políticas, fue el primer fenómeno globalizador de la historia, con el valor cultural que supone la cuestión, sentencian. Será cuestión de las decadencias. En su último libro España, Europa y el mundo de ultramar (1500-1800), publicado por Taurus, el oxoniano repasa las nuevas reglas de orden internacional que influirán durante esta época en la política y el orden social de cada uno de los ciudadanos que vivían en Europa. En buena medida, el nuevo mundo que descubría España influía y marcaba tendencia sobre el viejo mundo, ese que rodeaba a cada uno de las potencias Europeas. Sin lugar a dudas esa sería una de las claves para repensar la edad moderna, profundamente marcada por esta dicotomía. La del nuevo y viejo mundo. En ambos, España era vanguardia.
Las palabras de Elliott pesan en un país en el que “no ha estado de moda” hablar, reconocer en su sociedad nuestro pasado Imperial. Sin sentimentalismos ni glorias. Desde el necesario punto de vista objetivo y científico. “Falta una inteligente promoción del Descubrimiento. La gente aquí está un pocotímida”. Con lo de “la gente aquí”, se refería a España. Con lo de tímido, habría que preguntarselo. Posiblemente que no hemos alzado la voz lo suficiente, especialmente desde las gobernanzas y el mundo administrativo, en la materia. Posiblemente, porque en nuestro país, por extraño que pudiera parecer desde fuera de nuestras fronteras, pareciese que existan importantes problemas a la hora de ponernos de acuerdo actualmente con el término nación o simplemente de país. El momento actual en el que nos encontramos, hablar de Imperialismos, no es que hayan dejado estar de moda. Sencilalmente es que se encuentra a años luz del debate de un país. “Pobres, ilusos historiadores que pretenden adentrarse en el pasado para hacer justicia poética. O simplemente intentar rastrear el hilo de eso llamado realidad”.
De este modo, en los últimos años, la temática del recuerdo, de la suplantación y del olvido del Imperio naval Español es una constante. La pregunta primordial es ¿porqué desde la historiografía internacional, se otorga una “gran desmemoria histórica” hacia la nación que dibujo el mundo?. La solución parecería ser la relación historia y poder. Así de sencillo y así de complejo. Mediante la manipulación de la historia, en este caso, mediante la jibarización de la historia naval y marítima de España (que va de la mano de su expansión Imperial), se menoscaba su influencia, sus raíces, que sirven para proyectarse en el futuro. En palabras de Le Goff, que explica mucho mejor la cosa; ¨“Las sociedades humanas viven de su pasado. Para salvaguardar ese pasado tienen dos instrumentos a su disposición: la memoria y la historia. La memoria, en la que se basa la historia y a la que a su vez alimenta, no busca preservar más que para servir al presente y al futuro. La historia se despliega sobre la racionalidad y la verdad del pasado”. Quizás para hablar de Imperios baste con hacer el recuento de kilómetros cuadrados sobre los que tenía competencia la Corona Española. Quizás baste con preguntar simplemente a la historia.
El siglo XIX vió afortunadamente emerger la historia por doquier. Se convirtió en una materia que se enseña en la escuela y en la Universidad. En la actualidad tiene sus especialistas, los historiadores y los profesores de historia, formados siguiendo métodos “científicos” y esforzándose, a pesar de las dificultades, en perseguir la objetividad y buscar la verdad. Afortunadamente las escuelas de historiadores de las recientes generaciones, ya estén formados en Oxford, la Sorbona o en la Complutense, gozan de una mayor amplitud de miras que hace unas décadas, cuando se debatía sobre la cuestión del Imperialismo. Entre una de las cuestiones que ellos tienen clara, es que el poder político se ha de mantener a distancia de la constitución de la historia y de la memoria que de ella se deriva. La historia es lo suficiente importante como para dejarla a cargo de los investigadores y a los profesionales. En el momento en el que nos encontramos que este poder político interfiere en el estudio de la historia, nos encontramos con intereses diferentes a los científicos y objetivos de la historia o de la propia arqueología como fuente de la historia.
En la cuestión naval, históricamente nos encontramos algunas claves sobre la decadencia de nuestro Imperio. Una de ellas es la figura y dinastía de William Pitt y su escuela, un personaje clave que cambia las agujas de la historia. Su postura, apoyar siempre la formación por parte de Inglaterra de un imperio ultramarino para asegurar el poder inglés y en consecuencia menoscabarael Español. ¿Una obsesión? o simplemente una geoestrategia, convertida en inflexible credo ideológico y de gobierno. Y es curioso. La figura de esta dinastía de políticos británicos es muy desconocida por la sociedad en general, los curiosos, e incluso por los propios estudiantes de historia, al menos por nuestra tierra. Posiblemente él, fue uno de los protagonistas y actores del auge y declive de las políticas y el status quo del momento. Otro de los grandes en esto de los influjos imperiales de la época, ese que hay que repensar en las Jornadas de Southhampton de hoy y de ayer, aquí y ahora. Y así, repensando, volviendo al pasado. nos encontramos con un Pitt que demanda al parlamento inglés en los siguientes términos;
“La América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir la opresión infame en que la España la tiene constituida…En esta situación, pues, la América se cree con todo derecho a repeler una dominación igualmente opresiva que tiránica y formarse para sí un gobierno libre, sabio, y equitable; con la forma que sea más adaptable al país, clima e índole de sus habitantes, etc. Tanto más que en ello no se usurpa, ni hace la menor injusticia a los Reyes de España, que todo el mundo sabe cuan poco contribuyeron a los gastos del Descubrimiento del nuevo mundo, y en nada seguramente para las conquistas…
La América tiene un vastísimo comercio que ofrecer con preferencia a la Inglaterra; tiene tesoros con qué pagar puntualmente los servicios que le hagan, y aun para pagar una parte esencial de la deuda nacional de esta Nación; por cuyas razones, juzgando de mutuo interés estos importantes asuntos espera la América que, uniéndose por un pacto solemne a la Inglaterra, estableciendo un gobierno libre, y semejante, y combinando un plan de comercio recíprocamente ventajoso, vengan estas dos naciones a formar el más respetable y preponderante cuerpo político del Mundo.”
Primera solicitud formal hecha por Francisco de Miranda al gobierno de la Gran Bretaña para obtener su ayuda en la realización de la independencia de la América hispana, en consecuencia de la conferencia tenida en Hollwood, con William Pitt el 14 de Febrero de 1790.
“Rethinking” el siglo XVIII Español
Y el siglo XVIII fue un siglo de reformas para el Imperio Español, lo suficientemente importante como para ser protagonista de un momento de reflexión. La Marina Real, reorganizada profundamente, se convirtió en pieza esencial de la política de los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Una marina que cumplió sobradamente con lo que se esperaba de ella: guardar adecuadamente la extensión territorial del imperio ultramarino español. En 1719 había sólo 26 navíos de la Línea para defender el imperio colonial más grande en el mundo conocido. Ese que en ocasiones no interesa repensar, pero en el cual diariamente las letras y los pensamientos de una cultura, la hispana, fluía con sus cotidianos movimientos de diástole y sístole sobre todos sus ciudadanos. Tras las reformas de Gaztañeta, su doctrina dotaba al imperio de mayor velocidad, maniobrabilidad y potencia de fuego. Clase esta, la de Gaztañeta, que por cierto gozó de una muy popular opinión entre los británicos. El comportamiento del Glorioso en 1747, del cual Arturo Pérez Reverte nos dejaba recientemente una perla escrita en el propio espejo de navegantes, a consecuencia del magnífico cuadro de Ferrer-Dalmau. La resistencia de aquel buque en aquel encarnizado combate, constituye una prueba fidedigna de las buenas dotes del buque de la época. Pero además de magníficos ingenieros, y mejores buques, el monarca supo rodearse de personas preparadas que impulsaron la creación de una nueva Armada. José Patiño impulsaba la construcción de los astilleros de Cádiz y Ferrol, así comode sus arsenales. Astilleros y bases de reconstrucción y preparación de la Armada que seria continuada por el marqués de la Ensenada. Con esta política naval se pusieron en marcha nuevos planes expansionistasa y de mejoras en todos los ramos de la administración del Estado. En consecuencia, de una profunda revitalización del Imperio. En el siglo XVIII, puestos a repensar, recordemos que en 1741 cabe destacar eso que algunos olvidan, no se porqué tipo de amnesia parcial o total, como fue la defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo, que entre otras cosas tuvo como consecuencia y significado la estabilidad de la zona marítima y de su tráfico marítimo durante un buen tiempo.
Pero no queda así la cosa. En el siglo XVIII, se reanudan las expediciones náuticas y científicas, con la importancia de estas: la de Jorge Juan y Ulloa para la medida del arco de meridiano, para así comprobar la forma del globo terrestre. Tofiño elabora el Atlas con numerosas cartas náuticas de España, norte de África y de la costa oriental de América del Sur. En la costa noroeste de América, se explora la costa de Alaska alcanzando los 60° de latitud norte, en América del Sur se explora la Patagonia y se cartografía la costa del Pacífico por Malaspina y Bustamante, desarrolla en su viaje científico, un importante recorrido por los océanos Atlántico y Pacífico entre 1789 y 1794.Cuestiones vitales para un siglo XVIII. Cuestiones objetivamente notables para un historiador, a la hora de repensar un siglo XVIII, so pena de olvidar o manipular una parte importante de la historia mundial.
Las razones del dominio y las presencias actuales de la “ola del recuerdo”, marcan una de las marcas de identidad del presente blog, espejo de navegantes. Como muestra un botón. Hoy hablamos del olvido como Imperio, ya sea en los congresos internacionales o como por parte de la historiografía. Ayer con el “factor olvidado; la armada española en la independencia de los Estados Unidos” de José María Lancho, nos encontramos de nuevo conla amnesia, una que afecta a una franja de nuestra historia. Exactamente la cuestión referente a la valiosa ayuda de España a la guerra de la independencia norteamericana, que sin embargo no es reconocida. ¿Para cuándo la ola del recuerdo?. Para Fried, en el centro de una reconstrucción histórica de la “memoria cultural” esta la cuestión de la transmisión del saber en el ámbito cultural, personal y temporal. ¿Qué habría que hacer para descorrer ese velo de la amnesia con la cuestión Española?. Los historiadores nos hablan claramente del estudio, del estricto conocimiento del contexto histórico de la época, de los hechos y de cuando data el “recuerdo”, para poder llegar a un control más eficaz de la veracidad del relato. Así lo primordial ya no sería la pregunta del que se recuerda, sino del como se recuerda. La intención, sería la de establecer un diálogo interdisciplinar entre las ciencias históricas, como magistralmente nos recordaba recientemente Antonio Muñoz Molina en su magnífico artículo, “ La necesidad de historia”. Historia en este caso también naval. La gran olvidada.
“La leyenda negra sigue, desde luego”, comentaba recientemente John Elliot, !y es previsible que lo haga durante un tiempo¡”. Hasta que se imponga la objetividad científica; es de esperar, comentaba con sorna británica, que cierto equilibrio se imponga antes de llegar al 600 aniversario del Descubrimiento de América..“. Quizá sea cuestión de timidez, como él dice. Habrá que llamar poderosamente a la puerta del olvido, lleva demasiados años cerrada, en medio de este caótico y trágico siglo XX que ha perturbado los marcos de la memoria, atacando el monopolio de los historiadores. Y de la ciencia.