“Como estadounidenses, todos tenemos una deuda de gratitud a la tripulación por su coraje, persistencia y sacrificio ante las circunstancias horrendas que sufrieron. Mientras nuestra búsqueda del resto del pecio continúe, espero que todos los que están ligados a esta histórica nave sientan que el descubrimiento de la misma, que ha tardado tanto tiempo en llegar, concluya el asunto en cierta medida…”
Paul Allen, a raíz del descubrimiento del USS Indianapolis. Agosto 2017.
”Me volví y miré hacia atrás, el barco se hundía y ví a los hombres saltar desde la popa, las cuatro hélices del barco todavía giraban. Los tiburones, sin embargo, no eran el principal peligro. Bajo el abrasador sol, día tras día, sin comida ni agua durante días, los hombres morían de exposición al sol o deshidratación. Sus chalecos salvavidas se inundaron, muchos se agotaron y ahogaron. No podíamos mantener la cara fuera del agua, por el sol abrasador. Teníamos ampollas encima de las ampollas. De día rezábamos para que llegase la noche, y cuando se oscurecía orábamos para que llegase la luz del sol. De tanto frío que hacía, nuestros dientes no paraban de castañear”.
Loel dean cox. Marinero del USS Indianápolis.
Volvían de la isla de Tinian, en solitario, tras llevar a cabo una misión secreta de la marina de los Estados Unidos y de gran trascendencia para el futuro de la guerra: transportar parte de las bombas atómicas que arrojarían días después sobre Japón. El crucero pesado USS Indianapolis navegaba en solitario por la ruta señalada de retorno hacia las Filipinas, lo hacía con el protocolo previsto de de zig zag antisubmarino. Hacia el atardecer del 30 de julio, el comandante McVay, ordenaba abandonar la derrota llevada hasta ahora y enfilar rumbo directamente hacia su destino . El USS Indianápolis, construido en 1931, y a pesar de las modernizaciones adoptadas durante el transcurso de las operaciones bélicas en la Segunda Guerra Mundial, no tenía sonar para detectar submarinos y aquello resultó ser un error fatal. El comandante había pedido una escolta para su navegación, pero su petición fue rechazada. La Marina de Estados Unidos tampoco podía confirmar y transmitir la información de los submarinos japoneses que se encontraban activos en la zona. El Indianapolis estaba solo en el Océano Pacífico.
Antes de la medianoche y con una Luna llena que asomaba entre las nubes, el USS Indianapolis fue localizado por el submarino japonés I-58, comandado por el capitán Mochitsura Hashimoto; un veterano oficial de la armada Imperial japonesa, que participó en su momento en la operación con “submarinos enanos” que terminaron por infiltrarse en la rada de Pearl Harbour o en la batalla de Midway, . Aquellas dos batallas míticas ya quedaban atrás en su memoria, en aquellos años ya habían transcurrido demasiados hechos, demasiada agua y diferentes misiones de todo tipo. En aquella noche de caza, ante el objetivo que tenía ante sí, el comandante Hashimoto puso el timón a babor y la nave se dirigió directamente hacia el objetivo, no quería fallar y espero a tenerlo perfectamente a tiro. La luna, en el periscopio, justo detrás del objetivo. A juzgar por la altura de el mástil, el oficial estimaba que sería un crucero pesado, o una nave mayor. A las 23:26 horas Hashimoto disparó en abanico seis torpedos. Hacia las 23:30 horas la luna se ocultó definitivamente, la suerte estaba ya echada para aquel crucero pesado de la marina de guerra estadounidense.
A las 23;34 se escucha el sonido de cuatro impactos. Poco después disminuyen los sonidos de las hélices, incendios y el buque que para drásticamente máquinas. Fue el principio del fin para el USS Indianápolis. A las 1:15 según el diario de ataque del oficial japonés fue enviado el siguiente resumen; “Hundido un acorazado de la clase Idaho”. Mientras y a pesar del gran éxito cosechado, en el submarino se hacía el silencio, optando por navegar rápidamente hacía el noroeste sigilosamente para escapar de cualquier represalia. Nudo tras nudo, milla tras milla, se alejan del lugar para siempre, como suelen normalmente cualquier tripulación de submarinos al cazar a una nave. Afortunada y éticamente decide no emerger a superficie para proseguir con la masacre. Sin embargo, en el Indianápolis, después de aquellas explosiones y para el más de un millar de marinos y oficiales, comenzaba la peor de sus pesadillas. El testimonio directo del marino Dean Cox, nos detalla el caos que se desató a bordo;
“Whoom … Salí volando por los aires tras la explosión, había agua, escombros, fuego, todo se inundaba”. El segundo torpedo disparado desde el submarino japonés casi destrozó el barco por la mitad, a medida que los fuegos ardían por las cubiertas inferiores, la inmensa nave comenzó a escorarse irremediablemente. Todo a su alrededor se convirtió en una inmensa jaula de acero y agua. El infierno se desataba y bajo la cubierta los marinos atrapados comenzaban a gritar furiosamente para liberarse.
Debido a que este crucero poseía un centro de gravedad elevado, se inclinó hacia estribor para comenzar a escorarse y hundirse rápidamente. La tripulación luchó por soltar los botes salvavidas, pero debido al acusado grado de inclinación solo se pudieron arriar unos cuantos de ellos, apenas unos cuantyos. Esto agudizó aún más la tragedia. Finalmente el crucero terminó completamente escorado a estribor, hundiéndose en escasos doce minutos (00:27 horas). Hasta ese momento más de 316 marinos habían perecido ahogados o muertos por el impacto de los torpedos. Eran los desgraciados gritos, apagados por el acero de las cubiertas, lo que Cox narraba en su acertado testimonio.
Ninguna de las armadas creyó a sus respectivos oficiales. La comandancia de la VI Flota del Japón desestimó el mensaje de hundimiento de crucero de guerra americano; este mensaje también fue escuchado por los estadounidenses y no dieron crédito ya que al igual que lo desestimó el alto mando japonés, la marina de guerra no estaba informada de ningún crucero en esa área. El Indianápolis no estaba en aquella zona para Estados Unidos. Navegaba en misión secreta. De hecho su hundimiento no se reconocería hasta que acabó la guerra, pero mientras, en aquellas aguas inmensas del Océano Pacífico, cerca de ochocientos hombres comenzaban su atroz lucha por la supervivencia.
El trágico naufragio de marinos de mar y de guerra , la fragua de una triste leyenda
Alrededor de 900 hombres, supervivientes del ataque inicial del torpedo, fueron abandonados como náufragos a la deriva en plena noche. En medio de aquel Océano, otro peligro, aun mayor se ocultaba bajo las olas. Atraídos por la carnicería del hundimiento, cientos de tiburones se dirigieron hacia los cadáveres allí existentes, hacia los supervivientes que flotaban como podían en el agua.
“Naufragámos a medianoche, y con las luces de la mañana vi a los tiburones. Eran enormes”, recuerda Cox. “Estaban continuamente allí, en su mayoría alimentándose de los cadáveres…”Estábamos perdiendo tres o cuatro compañeros cada noche y día…Siempre tenía miedo, porque los veías todo el tiempo, y cada pocos minutos observaba sus aletas, una veintena de ellas surcando la superficie del mar. Venían y te golpeaban, nunca sabíamos cuando iban a atacarte”.
Salvados…
“Algunos de los hombres, ante la sed, bebían agua salada directamente del océano. Morían poco después. Y como cada día y cada noche pasaba, más hombres morían por beber agua del océano…Entonces, por casualidad, en el cuarto día, un avión de la marina voló por encima de la mancha que dejó el naufragio. Luego, justo antes de la puesta del sol, apareció de repente un gran hidroavión, cambió de dirección y voló sobre nosotros. El tipo que estaba en la escotilla del avión estaba allí, al percatarse de nuestra presencia, agitó los brazos hacia nosotros, allá en la lejanía. En ese momento fue cuando lloré, sabía que estaba salvado, sabía que me habían encontrado. Fue la hora más feliz de mi vida”, relataba Cox.
«Muchos hombres en el agua», detallaba el piloto del avión, posteriormente radió su posición, dio unas vueltas más y se alejó por falta de combustible. Un “Catalina” fue enviado a confirmar el hundimiento, una vez tuvieron conocimiento del naufragio, desde Guam. Su piloto, que se haría famoso en la posteridad, contraviniendo órdenes y al ver tiburones atacando a los náufragos, se arriesgó y amerizó, logrando rescatar de la mar a 56 marinos. El destructor USS Cecil J. Doyle fue el primer buque que, ya de noche, arribó a la dantesca escena. Se contaron 316 sobrevivientes en total, entre ellos, el contralmirante Mc Vay. El resto, muertos. Ahogados, arrastrados en el fondo marino, en las profundidades del mar de filipinas, en aquel inmenso sarcófago de hierro que era, es y será el USS Indianapolis.
Localizando el pecio para darle la memoria
La tecnología subacuática de teledetección suponen el mejor instrumento para localizar restos submarinos en profundidad y en extensión de la superficie marina, como es el caso que nos ocupa. Impresionan los 5500 metros de profundidad en donde los instrumentos del buque oceanográfico Petrel, han descubierto y localizado los restos del crucero pesado de la Segunda Guerra Mundial. Todo un reto. Posiblemente sorprenda aún más, el lugar en donde han sido descubiertos, la mar abierta en el Pacífico sur, entre la isla de Tianan y Leyte. Como nos recuerda Paul Allen, líder del proyecto, no ha sido fácil y les ha costado su tiempo localizarlo. Pero lo han conseguido. El Indianápolis se trata de todo un icono de la marina de guerra norteamericana. Con su descubrimiento se lanza todo un mensaje de capacidad para descubrir en las profundidades marinas cualquier naufragio del pasado. No ha sido el único descubrimiento importante que Allen y su equipo han reencontrado. El proyecto Mushashi mostraba al mundo, por esos ojos que eran las cámaras de alta definición de sus robots submarinos que operaban junto al pecio que, hallar los buques de guerras más significativos de la II Guerra Mundial es toda una posibilidad. El simple hecho de localizar y georeferenciar la existencia de un pecio de estas características abre para empezar, la posibilidad de protección del pecio. Un yacimiento arqueológico submarino del que no se conoce su existencia se encuentra abierto a la posibilidad de expolio de un lado, así como al deterioro de su estructura por parte de la acción del mar o la profundidad.
Fue el propio Paul Allen, quien en su momento hizo el anuncio mediante su cuenta en la red social Twitter, dando a conocer el descubrimiento del mayor acorazado de la historia. A unos 1.000 metros de profundidad en lo que se conoce como mar de Sibuyan. En uno de sus mensajes que escribió en su momento, se leía: “Descanse en paz la tripulación del Musashi, donde murieron unas 1.023 personas”. De igual modo no es la primera vez que localizaba un pecio de estas características y se le rendía tributo. También participó en el hallazgo de los restos del célebre HMS Hood, perteneciente a la Marina Real Británica y que fue hundido en otro célebre combate naval, el que sostuvo con el Bismarck. Los acorazados y la profundidad han sido el ecosistema de trabajo del equipo de Allen, también una de sus pasiones a la que dedica buena parte de su filantropía, al conocimiento de los mismos. Ahora se trataba de localizar a un pecio que llevaba 72 años perdidos y cuyo relato contenía una buena parte de la historia de la marina de guerra estadounidense. Llevaban años buscándolo. El reto era estar a la altura de su historia.
Ya en julio, agosto del 2001, una expedición trató de encontrar los restos mediante el uso de un sonar lateral. Cuatro sobrevivi
En julio de 2016, se publicó nueva información sobre la posible ubicación de Indianápolis cuando los registros navales, con la aportación del investigador de la historia naval y del patrimonio, Richard Hulver, establecieron que el USS LST-779 pasó por el barco 11 horas antes de que los torpedos golpearan contra el casco de la nave siniestrada. Con los datos existentes en archivos, la información oral, el tiempo transcurrido, la derrota y la velocidad de la nave, se calculó un nuevo escenario de búsqueda. Resultó completamente acertada la nueva propuesta lanzada por Hulver. Ateniéndose a los datos existentes, este nuevo patrón de búsqueda, basada en el conocimiento, se convirtió en clave para el éxito de la campaña. Utilizando esta información, National Geographic planificó de nuevo montar una expedición para buscar el naufragio en el verano de 2017. Los informes estimaron que Indianápolis estaba en realidad a 25 millas (40 km) al oeste de la posición del anterior hundimiento…
El naufragio fue localizado definitivamente por el “USS Indianapolis Project” de Paul Allen abordo del buque de investigación Petrel el 18 de agosto de 2017, en una profundidad de 18.000 pies (5.500 m) debajo del nivel del mar. Se trata de un descubrimiento pionero por la profundidad y sobre todo, la extensión del lugar en el que fue objeto de búsqueda. La fotografía del “35”, es decir del número de serie que identificaba al USS Indianápolis, suponía la mejor expresión de haber encontrado y justificado la existencia de la titularidad del pecio. No da lugar a dudas, además junto a la estructura del yacimiento, el pecio emergía en toda su magnitud. Junto al mismo, Allen comunicaba al mundo, el paradero del nuevo pecio. De igual modo, sorprende el buen estado de conservación del mismo, no solo la pintura del 35, sino los propios grabados que el metal tiene en diferentes partes del casco de la nave, que aparecen casi intactos. En la propia ancla de manera limpia y detallada se puede leer junto a diferentes numeraciones los signos perentorios que incluso perviven hasta nuestros días; NORFOLK como base naval de primera magnitud y la propia US NAVY. Es impresionante, la profundidad y frialdad de las aguas en esos 2500 metros,nos permite adentrarnos en los restos de este hundimiento de hace 72 años con una pasmosa actualidad.
Pero precisamente la profundidad a la que se encuentra, también será la responsable, con el paso del tiempo, de su deterioro y destrucción. De ahí la importancia de su descubrimiento. Hará falta conocer el estado y los resultados de conservación en el que se encuentra la estructura de la nave pero, como muchos otros pecios en esas cotas, sufrirá el deterioro propio de las bacterias, de hecho en alguna de las fotografías que nos adelanta la campaña de Allen, ya se aprecia dicho proceso. Desgraciadamente tenemos que hacernos la idea que tan majestuosa nave no durará para siempre, posiblemente pasen siglos, o quizás milenios, está por verse el deterioro de los pecios de metal en altas profundidades. Entre los restos es posible ver cómo ya presenta en algunas zonas una especie de carámbanos alargados oxidados, especialmente la de la cubierta junto a la magnífica campana de la nave.
Un monumento para recordar su legado
Una arqueología para el recuerdo. El equipo de investigación permanece en estrecho contacto con los oficiales de la Marina de EE.UU, entre otras cuestiones para poder honrar así a los miembros de la tripulación, como a las familias de los difuntos que perecieron en dicha tumba de guerra y en acto de servicio. La existencia de un monumento en pleno centro de la ciudad norteamericana de Indianápolis, donde la sociedad civil erigió un monumento para su recuerdo, guarda la memoria del barco que tomó prestado el nombre de aquella ciudad. En su piedra, los nombres grabados de sus marinos, de sus hombres, así como la historia de su hundimiento.
Esta es la historia del USS Indianápolis y así la hemos intentando resumir brevemente para un artículo de divulgación. La verdad y la historia que encierra el pecio es mucho más profunda e íntima. Al convertirse en tumba de guerra, son muchos los relatos de las personas que allí dieron su vida en acto de servicio, nada más y nada menos que vencer a las fuerzas del eje en la segunda guerra mundial. Estudiar sus casos, sus anhelos, sus cargos, su estructura en aquel impresionante microcosmos que era un buque de guerra como fue aquel crucero pesado, es una tarea de años. La importancia del descubrimiento del pecio para sus familias es excepcional. Ya tienen una geografía, un lugar en el que situar en su mundo espiritual y físico la muerte de sus abuelos, de sus parientes, de sus seres queridos. Si bien ya tenían un lugar para el recuerdo, con el memorial, ahora tienen un lugar para el reencuentro. Quedémonos con uno de los testimonios, de hace unos días y a consecuencias del descubrimiento, que la hija de Chester, le hizo llegar personalmente, junto a su eterno agradecimiento a Paul Allen, por localizar aquel amasijo de hierros, aquel pecio, aquel lugar sagrado para ellos. Es una buena, quizás la mejor forma de cerrar este homenaje al esfuerzo por descubrir el USS Indianápolis y cerrar adecuadamente esta historia de naufragios y personas…
“My father Chester J. Makaroff was a survivor of this horrific tragedy. Growing up with my father and his endless nightmares were at times difficult. He was my hero,though he never felt like one. I have original photos of the ship, rescue and original Western Union telegram my mother received.Please feel free to contact me if perhaps I can share any stories my father eventually shared. Thank you for not letting this story die . All of the crew deserve to be remember as heroes.R.I.P.”
Mi padre Chester J. Makaroff fue un sobreviviente de esta horrible tragedia.Crecer con mi padre y sus pesadillas interminables, era a veces difícil.
Él era mi héroe, aunque nunca se sintió como tal. Tengo fotos originales de la nave, el rescate y el telegrama original de la Western Union que mi madre recibió.
Sienta por favor libre de entrarme en contacto con si quizá puedo compartir cualquier historia que mi padre compartió en ocasiones. Gracias por no dejar morir esta historia.
Toda la tripulación merece ser recordada como héroes".