Hay dos novedades del mensaje navideño del Rey Felipe VI que nos ha parecido muy significativas en Espejo de Navegantes. La primera, muy comentada ya, se refiere al marco en el que se grabó su discurso, el Salón del Trono del Palacio Real. Con ese escenario el Rey quiso subrayar -como ocurre con numerosos actos que allí se celebran- “con la mayor dignidad y solemnidad, la grandeza de España“.
Sin duda a quienes habéis conocido este blog o lo leéis desde hace tiempo os llamará la atención que prestemos atención al real mensaje navideño, pero es que nuestra visión es muy próxima a ese empeño: el de mirar la historia con el ánimo de -como dijo el Rey, “conocer y comprender mejor nuestro pasado”. Felipe VI se refería al Palacio Real, que “es de todos los españoles”, porque “en sus techos, en sus paredes, cuadros y tapices, en definitiva, en todo su patrimonio, se recogen siglos y siglos de nuestra historia común”. Buena parte de ese pasado tiene, además, una presencia en América y otras latitudes que merece ser puesta en valor.
Y ese es el quid que nos lleva a la segunda reflexión que inspira buena parte de lo que hacemos en Espejo de Navegantes. La mirada curiosa hacia nuestra historia naval nos ha procurado una visión optimista por las posibilidades que encontramos en ella. Nuestra historia importa a especialistas de todo el mundo que estudian los hechos y analizan -cuando se abre la oportunidad- los restos arqueológicos que proceden de una cultura global, de un país que dibujaba el mundo mientras aprendía a navegar por el océano, por los mares de todo el mundo. Todos ya cada uno de los miembros de este blog ha sentido también cierta pena por el poco partido que se saca en el sistema educativo español a este gran legado común.
De ahí que nosotros queramos subrayar esta segunda coincidencia, con orgullo y optimismo: amamos la historia porque permite descubrir espacios comunes entre nosotros. Y necesitamos volver la vista a cuantas veces en el pasado los españoles manteníamos una proyección ambiciosa y unos objetivos comunes. Y también aprendemos a mirar con cercanía a los países lejanos -pero hermanos- que gracias a la actividad naval de la Corona a lo largo de los siglos estuvieron unidos con un vínculo muy duradero que ha dejado enormes bases de convivencia hasta hoy: el idioma, la visión de la vida -y de la muerte- semejante, así como una cultura construida como mosaico de realidades mezcladas en ambos mundos, el Viejo y el Nuevo.
Como John Elliott analizó en algunas de sus obras, junto al impacto de cada mundo en la cultura y la historia del otro, ya no se puede entender una parte sin la que le complementa desde hace cinco siglos. Sin esa historia, por tanto, no podemos entendernos a nosotros mismos con un mínimo de profundidad. Conocer la historia de España es valorar los logros colectivos de España en la historia
Pero quien lo ha dicho muy bien, quien ha puesto en valor ese legado común, ha sido el Rey. Recordamos sus palabras, que aplaudimos. “Esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo. Creo sinceramente que hoy vivimos tiempos en los que es más necesario que nunca reconocernos en todo lo que nos une. Es necesario poner en valor lo que hemos construido juntos a lo largo de los años con muchos y grandes sacrificios, también con generosidad y enorme entrega. Es necesario ensalzar todo lo que somos, lo que nos hace ser y sentirnos españoles”.
Más adelante, concluyó el Rey que España debe reconocerse en esa “gran nación definida por una cultura que ha traspasado tiempos y fronteras, por las artes y por una literatura universal; enriquecida por nuestra lengua común, junto a las demás lenguas de España, que también explican nuestra identidad. Un país que a lo largo de los siglos han tejido pensadores, científicos, creadores, y tantos y tantos hombres y mujeres; y por el que muchos de los cuales han dado su vida por España”.
Apelaba a todos con el fin de que hagamos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran legado tenemos la responsabilidad de administrar.
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