Óscar González el 20 mar, 2015 Esta es una frase que decimos con muy poca frecuencia a nuestros alumnos en la escuela: “sigue tu pasión”. Y quizás tanto en la escuela como desde casa deberíamos repetirla más a menudo. Muchas veces nuestra forma de actuar es justamente la contraria poniendo obstáculos y barreras que impiden a nuestros hijos y alumnos que se dediquen a hacer aquello que más les gusta, es decir, a seguir su pasión y alcanzar sus sueños. Esto ocurre en muchas ocasiones porque nos proyectamos en nuestros hijos y nos gustaría que hicieran o consiguieran aquello que nosotros no pudimos proyectando sobre ellos nuestros miedos, frustraciones y deseos incumplidos. Esto es un error que a la larga tiene consecuencias. Por otro lado tenemos la presión que ejerce nuestro sistema que reduce el éxito a aquello que tiene que ver con el ámbito científico y concede muy poco o ningún valor al ámbito artístico. Es normal escuchar con frecuencia: “¿Cómo vas a vivir de cantar?”, “¿Y quieres dedicarte a la pintura?”, etc. Expresiones que no hacen sino condicionar la manera de actuar del niño que en ocasiones es capaz de “aparcar” su pasión su “sueño” porque le hacen creer que nunca lo conseguirá: “lo que tienes que hacer es estudiar una carrera para poder asegurarte tu futuro”. Y yo me pregunto, ¿qué futuro?, ¿somos capaces de predecir cuál es el futuro que nos viene? Tengo mis dudas… El trabajo de la Escuela del siglo XXI debe ir encaminado a que cada niño descubra su elemento y trabaje con constancia para conseguir sus sueños con pasión y entusiasmo por lo que hace. “¿Qué hemos hecho para que nuestros hijos entren en el sistema educativo queriendo ser astronautas y salgan queriendo ser funcionarios” Una pregunta que todos nos deberíamos plantear e intentar dar respuesta tanto desde la escuela como desde las familias. Acabo de leer un libro muy interesante de Derek Sivers que lleva por título el mismo que este artículo “Sigue tu pasión. Consejos para un nuevo tipo de emprendedor”. Se trata de un libro en el que el autor relata en primera persona su historia, la de un músico que decidió comenzar un pequeño emprendimiento para poder vender su música de forma independiente y que luego fue ampliando para ayudar a sus amigos a promocionarse y casi sin darse cuenta se convirtió en el dueño de una empresa que creció exponencialmente y se convirtió en la gran plataforma de promoción y venta de música independiente. Te recomiendo su lectura pues se trata de un verdadero manifiesto sobre el arte de emprender. Me gustaría compartir contigo una anécdota que cuenta el autor del libro que ilustra a la perfección lo que planteo en este artículo: Desde los catorce años, estaba decidido a ser un gran cantante. Pero tenía mal oído, mala voz y todos decían que, sencillamente, no servía para cantar. Durante once años, desde los catorce hasta los veinticinco, tomaba clases de canto y practicaba por lo menos una hora al día. Siempre fui el cantante solista de mi grupo, hacíamos varias actuaciones a la semana y conseguimos tanta experiencia en el mundo real como era posible. Todo el tiempo, la gente seguía diciéndome que no era cantante, que debía renunciar y buscar a un auténtico cantante. Cuando yo tenía veinticinco años grabé mi primer álbum. Cuando se lo di a alguien que era un auténtico mentor para mí, lo escuchó muy atentamente y luego dijo: “Derek, no eres cantante. Tienes que dejar de intentarlo. Admite que eres compositor de canciones y busca un auténtico cantante”. Pero yo salí de aquella reunión sin inmutarme. Sabía que, sencillamente, tenía que trabajar más. A los veintiocho años me di cuenta de que mi voz empezaba a estar bien. Grabé unas cuantas canciones nuevas y, por vez primera, me gustó de verdad l aparte vocal. A los veintinueve años, lo había conseguido. Después de quince años de práctica y alrededor de mil espectáculos con público, era, por fin, un buen cantante, por lo menos según mi baremo. (Alguien que me oyó por primera vez me dijo: “Cantar es un don con el que naces o no naces. Tú has tenido suerte, naciste con él”.) Creo que es un buen ejemplo del que todos podemos aprender: debemos dejar a nuestros hijos y alumnos que persigan su sueño, que sigan su pasión. Pronto o tarde lo conseguirán porque se darán cuenta de que la felicidad no está en la meta sino el proceso, en el camino que tienen que andar… “La vida es corta, vive tu sueño y comparte tu pasión” Manifiesto Holstee Otros temas Comentarios Óscar González el 20 mar, 2015