Los enormes naturales que le enjaretó El Juli al cuarto de la tarde del 25 de mayo debieron estar precedidos de un compromiso mayor del que el madrileño mostró cuando se dejó anunciar en su segunda tarde de este San Isidro.
El Juli y sus mentores sabían mejor que nadie cómo se le iba a medir en Las Ventas, y tras ser rechazada la corrida de Jandilla debieron barajar otras opciones que el mular conjunto de El Vellosino, previsible casi al cien por cien. No debieron, ni El Juli ni sus mentores, dar pie a ese recibimiento hostil. Una actitud normal de un respetable mosqueado. Que si de respeto hablamos, respeto primero de una figura del toreo hacia la primera plaza del mundo, para que el respeto surgiera hacia quien se pone delante del toro, Vellosino incluido.
Porque mosqueó, y mucho, que los toros sustitutos de la corrida suspendida del pasado día 10, que iban destinados a Eugenio de Mora, Juan Bautista y El Payo, fueran a sustituir al ganado elegido, con mimo y desde hace mucho tiempo, para una de las corridas de mayor expectación de la Feria. Si este era el plan B de El Juli, Perera y López Simón, no extraña que la tarde cayera por un precipicio de desencanto.
De poco valen los brindis al Rey Juan Carlos agradeciéndole su apoyo a la Fiesta por su constante presencia en Las Ventas, cuando ese apoyo y esa defensa debió de salir de dentro horas antes del paseíllo.
Entre barreras
por
Ángel González Abad