Ángel González Abad el 26 may, 2015 Sin pensarlo dos veces, con dos compañeros en la enfermería cogidos de muy feas maneras, Francisco José Espada se vio solo ante el peligro. Solo en Las Ventas para matar seis destartalados novillos de El Montecillo y Dolores Rufino, ¡que vaya forma de cuidar el prometedor futuro! Sin pensarlo dos veces se echó la tarde a la espalda y asumió la responsabilidad con valor, decisión y torería. Porque valor, decisión y torería hay que tener para afrontar semejante compromiso. No volvió nunca la cara, al contrario, siempre hacia adelante, siempre con la vista puesta en el triunfo. Y no debió ser nada fácil ver cómo se llevaban a la enfermería primero a Martín Escudero y después a Joaquín Galdós, como dos guiñapos, con la conciencia perdida. Sin un segundo para meditar se fue a porta gayola a recibir al cuarto, y se la jugó sin cuento en una tarde que en justicia debió acabar por la Puerta Grande. La mácula de la espada, ¡maldita espada!, dejó la gesta sin colofón, solo eso. Toros Tags Francisco José EspadaMadridSan Isidrotoros Comentarios Ángel González Abad el 26 may, 2015