La Maestranza fue, una vez más esta temporada sangrienta, escenario de la tragedia. La tremenda cornada que sufrió el banderillero Jesús Marquéz el domingo puso sobre el albero sevillano toda la verdad de este espectáculo en el que la luz juega con la muerte. Las terribles escenas que se vivieron, primero en la plaza y cuando el guerrero herido llegó a manos de los médicos perdiendo la vida borbotones, dejan sin palabras. El doctor Vila, tantas veces al quite de la Parca, fue tajante: “Se nos iba”. Y de eso, desgraciadamente sabe el médico sevillano. Hace menos de un mes tuvo que atender otra gravísima cogida de otro banderillero. Luis Mariscal, aún convalenciente de aquella puñalada que le taladró el muslo, y que revivió el domingo su propio dolor, tuvo fuerzas y hombría para mandar ánimos a su compañero caído.
Ellos han pagado el tributo de vestir con orgullo el traje de luces. Y como Jesús Márquez y Luis Mariscal, otros muchos en una temporada especialmente dura en la que los percances se han sucedido con demasiada frecuencia como algo amargamente cotidiano. El tópico de que las cornadas son medallas para los toreros deja de tener sentido cuando ronda la muerte.
Toros