La primera vez que entrevisté a Raúl Alfonsín el hombre se eternizaba en explicaciones históricas y se iba por las ramas. Ese año los argentinos habían reelegido a Carlos Menem gracias a la reforma constitucional del 94 que salió fruto del Pacto de Olivos. Los reproches a Alfonsín por aquel acuerdo con su sucesor en la Presidencia eran y son hoy frecuentes. Impaciente, yo le asaetaba a preguntas para que me diera un buen titular y se mojara pero no había manera.
Después de media hora me harté, me levanté y le dije que me marchaba porque no contestaba nada de lo que le preguntaba. Además, añadí, no entiendo por qué me ha dado esta entrevista si no quiere hablar. El ex presidente me miró incrédulo, sonrió y saco su voz enérgica. No recuerdo exactamente sus palabras pero dijo algo así: siéntese que esto no ha hecho más que empezar. A partir de ese momento contestó con precisión pero cada respuesta la redondeaba con una lección de historia para que yo, joven recién llegada, entendiera el contexto.
Me fui tan contenta y la mandé a la redacción. Cuando conté lo que había hecho y que Raúl Alfonsín, al despedirse, bromeó con el temperamento de las españolas en Madrid no se lo podían creer. Hoy, después de trece años, yo tampoco.
El talón de América
por
Carmen de Carlos
Raúl Alfonsín
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