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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

Cristina Kirchner y el principio del fin de ciclo

Carmen de Carlos el

La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, pronunció el preceptivo discurso de inauguración del periodo de sesiones en el Parlamento. Se trató de la primera y la única ocasión en la que la jefe del Estado (peronista) está obligada a comparecer en la Asamblea Legislativa, el Congreso o el Senado.

Como era de esperar, la viuda de Néstor Kirchner le rindió su eterno homenaje al difunto esposo. Como novedad, tendió la mano, al menos de palabra, a la oposición. Lo hizo con el término “concertación” similar al de “transversalidad” que inauguró Néstor Kirchner en el 2003. Un ejemplo para entender su significado lo ilustra: la designación al frente del Senado de Gerardo Zamora, miembro de la Unión Cívica Radical (UCR) pero captado por las filas “K”.

Cristina Fernández hablo de “fin de ciclo” (el suyo), omitió temas espinosos como la corrupción que tiene a su vicepresidente, Amado Boudou, a los pies de la Justicia; la inflación, la devaluación, la deuda con el Club de Paris (más de diez mil millones), los “holdouts” (acreedores que no aceptaron la reestructuración de la deuda) o la expansión del narcotráfico en Argentina.

La presienta tampoco dio pistas sobre quién quiere que sea su sucesor pero le hizo un guiño al ministro de Economía, Axel Kicillof al aplaudir el reciente acuerdo económico con Repsol por la expropiación del 51 por ciento de sus acciones en YPF (hace dos años). “Sin compensación no hay expropiación”, proclamó como gran noticia y, en sus labios, lo era. La idea original del Gobierno era no darle un céntimo a Repsol o hacer con la petrolera lo mismo que hicieron con Aerolíneas Argentinas: Pagar un peso (el euro está en torno a 13 pesos) por la compañía. Tras el “acuerdo” Repsol, entre intereses y capital puede terminar embolsándose en torno a los nueve mil millones de dólares.

En este contexto, justificó que ella y su marido, durante la Gobernación de la provincia de Santa Cruz, apoyaran la privatización de Ypf a principios de los años 90 y Néstor Kirchner colocara (como si fuera propio y no de la provincia) el dinero en el exterior. El destino de aquellos fondos hoy sigue siendo un misterio.

En el terreno doméstico Cristina Fernández no cargó las tintas contra sus adversarios políticos. Más bien mantuvo un tono moderado y hasta citó, en términos conciliadores, la figura del jefe de Gobierno de la ciudad de  Buenos Aires, Mauricio Macri, el mismo al que acostumbra a sacudir siempre que tiene ocasión. El sábado confió que habían hablado por teléfono y coincidían en reformar la legislación para evitar que los “piqueteros” y las protestas laborales sigan siendo los dueños de la calle. Esta modalidad de protestas que la presidenta censuró ha sido habitual, tolerada y hasta impulsada desde que el matrimonio Kirchner llegara al poder en mayo del 2003. Un protagonista de excepción estaba presente en el hemiciclo: El piquetero y ex funcionario “K” Luis D´Elía, el mismo que asalto una comisaría en el barrio de la Boca y prometió defender a los Kirchner (a los tiros). El mismo también que propuso ejecutar a Leopoldo López, el líder estudiantil venezolano.

Aunque el discurso era para inaugurar el periodo de sesiones, la presidente se refirió a Venezuela. Su interpretación de los hechos de las últimas tres semanas la resumió en esta frase: “El intento de golpe suave que se quiere dar a la república Bolivariana de Venezuela”.

Dicho todo esto -y un poco más- por espacio de casi tres horas, Cristina Fernández se dio un baño de multitudes. Subida en una versión propia del “Papa móvil”  estrechó manos, lanzó besos al público y hasta descendió del vehículo para saludar a un minusválido que, oportunamente, había logrado traspasara la valla de seguridad.

De blanco, su color favorito, la Presidenta, por último, se dirigió a sus jóvenes, “mi debilidad”, aseguró. Los alrededores del Congreso estaban a rebosar de muchachos de La Cámpora y otras organizaciones kirchneristas. También, un poco más lejos, de autobuses para llevarlos y traerlos de acá para allá.

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