Puigdemont, Maduro, Forcadell y Delcy

Puigdemont es a Cataluña lo que Maduro a Venezuela. El primero se salta la Constitución para declarar que la ley (del referéndum) es él y el segundo la pisotea (con otro referéndum falso) para imponer una Asamblea Nacional Constituyente, que esté por encima del todos los poderes habidos y por haber. Dicho en palabras del hijo putativo de Hugo Chávez, para que sea “plenipotenciaria”. Esto es, con atribuciones infinitas y anulando de facto el ordenamiento jurídico y los restos de democracia que no habían naufragado aún con el chavismo.
La sesión del parlamento catalán, donde se dio luz verde a la ley que no es ley, pareció una caricatura de las chavistas. Lo de quitar la palabra antes de darla a los diputados, obligar a votar sin que supieran qué cosa era aquello o la prohibición a decir esta boca es mía, por que me sale de los “collons” o los “ovaris”, sino fuera por la dimensión política real que tiene, sería para resucitar a Berlanga (a los dos, a Luis y a Jorge).
En esa bendita –o maldita- sesión no se llegó a las manos porque los partidos de la oposición, con sus diferencias, todavía guardan las formas y no perdieron los nervios frente a una Carme Forcadell que ejerció de Delcy Rodríguez con peores modos. También entre ellas hay parecidos razonables aunque la venezolana, pese a ser identificada con el personaje de Betty la fea, tiene un gesto más agradable que el que mostró la mandona de Forcadell (modelo Rottenmeier).

En cualquier caso, la ira de la última quizás tenga más que ver con su futuro sin destino en la democracia y la certeza de que, como Artur Mas, tendrá que juntar “la pela” y quién dice sino se verá obligada a contarla en prisión. Como consuelo podría quedarle que su Maduro, Puigdemont (nunca votado por el pueblo), posiblemente corra la misma suerte. Lástima que las cárceles, con tanto nacionalismo siglo XXI sigan divididas por género. ¡Con lo bien que podrían estar todos juntos… y revueltos!