Carmen de Carlos el 24 jul, 2018 La América de México hasta el sur del sur, incluido Punta Arenas, el extremo chileno más cerca de la Antártida, suma otro fracaso a su idea de región unida y con capacidad de ordenar el caos de cualquiera de sus países miembros. Aparte del caso de Cuba, los ejemplos de Venezuela y Nicaragua exponen la impotencia de las democracias actuales para poner un freno al atropello y las masacres humanas cometidas desde el abuso de poder de Nicolás Maduro y Daniel Ortega. La complicidad -o tolerancia- con esos regímenes de Gobiernos recientes -o no muy lejanos- como los de Cristina Fernández de Kirchner, Luiz Inacio Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Michel Bachelet, Rafael Correa, Evo Morales e incluso el del uruguayo que presidió José, “Pepe”, Mujica, tiene mucho que ver con la dimensión alcanzada por esas dictaduras sangrientas modelo siglo XXI. Pero ahora, a excepción de Morales, la mayoría de los mandatarios latinoamericanos en ejercicio, se colocan en la orilla política contraria al castrismo, bolivarianismo o sandinismo del matrimonio fatal que forman Daniel Ortega y Rosario Murillo (con más de 350 muertos en su conciencia). La realidad regional, es otra. Por eso, resulta difícil entender que, entre todos los vecinos, no sean capaces de poner en su sitio (de patitas en la calle o entre rejas) a estos violadores seriales de los derechos humanos que, para mayor oprobio, se declaran campeones de las libertades que han arrebatado a sus ciudadanos. Otros temasPolítica Comentarios Carmen de Carlos el 24 jul, 2018