Si a Lula le sale bien esta nueva aventura de Zelaya, habrá logrado fortalecer su liderazgo en América Latina. En caso contrario, quedará en ridículo. Eso, siempre y cuando el desenlace no esté teñido de sangre.
El presidente de Brasil, según la prensa de ese país, fue advertido de las intenciones de Mel. Éste no se presentó por las bravas a las puertas de la Embajada en Tegucigalpa, ni sorprendió al Gobierno de Brasilia tocando el timbre o golpeando con los nudillos en el garaje de la legación diplomática. Lula, según publican los digitales, fue informado y dio luz verde al refugio del protegido de Hugo Chávez.
Distintos analistas brasileros, con entrada en Planalto, aseguran que la estrategia del regreso fantasmagórico del presidente que no es, fue diseñada por Chávez. Según ellos, el venezolano sugirió recurrir a Lula porque el asilo en su propia Embajada habría provocado el repudio de medio mundo. Tanto si es cierto como si no, el análisis es acertado. Lo que hace Lula la comunidad internacional no se lo perdonaría jamás a Chávez.
En Brasilia son muchos los que aceptan la teoría de que su presidente obró como lo hizo sin consultar a Washington. Cuesta trabajo creerlo pero todo es posible, aunque ahora estas cuestiones tienen poca importancia para él. Lo realmente importante para el Presidente de Brasil es que no haya muertos en Honduras y se logre una salida de la crisis negociada. Imaginar una revuelta popular con cadáveres en la calle es su peor pesadilla.
Otra alternativa posible sería la salida de Zelaya en caravana de su Embajada sin agua, luz ni gas- en vehículos con matrícula diplomática de regreso a la frontera. De suceder esto, el presidente de Brasil quedaría en ridículo pero se salvaría de los reproches de un saldo con heridos y víctimas mortales, tal y como ha anticipado, Roberto Micheletti. Para desgracia de Lula, cualquier otro escenario que no termine con un pacto público entre los dos presidentes el depuesto y el golpista- le tendrá a él como cabeza de turco.