Este terremoto de Chile sorprende por la velocidad a la que se produjeron los saqueos. Antes de las 24 horas las calles estaban literalmente tomadas por turbas de vándalos. El asombro es compartido por Juan, un hombre generoso que ayer me llevó por media Concepción en su coche. “He visto a gente normal, amigos que nunca hubiera imaginado en esa situación, asaltando comercios y hasta farmacias”, se lamentaba.
Esta mañana continúan los saqueos. He logrado llegar a una oficina de Movistar y, por primera vez, tener acceso a internet. Para ellos la experiencia también era nueva. En el camino hemos visto las mismas escenas de ayer. Escombros, coches aplastados, socavones, algunos carabineros cruzados de brazos y decenas de pillos llenándose los bolsillos con lo ajeno. A falta de bolsas utilizan jerseys, mantas o sábanas.
La alcaldesa de Concepción, Jacqueline Van Rysselbergha, se desgañita pidiendo refuerzos militares pero sus súplicas caen en saco roto. La mujer, de 47 años, se echó a las calles la madrugada del sábado después de poner a salvo a sus seis hijos. Va a repartir comida primero en los barrios más peligrosos. No quiere convocar en las plazas porque los pillos repiten plato.
El toque de queda ayudó algo pero las balas siguieron silbando anoche. La mayoría de los sitios donde se vende y se compra algo han sufrido asaltos. Los bancos, incluidos el Santander, de momento se salvan. Tienen seguridad propia.
Radio Bio Bio es la estrella en la zona de catástrofe. La población se envía mensajes gracias a ellos y ellos son los que mejor informan de los puntos calientes. De prensa extranjera únicamente he coincidido en Concepción y alrededores con Ariel Palacios de O Estado de Sao Paulo y Joan Biosca, de Cataluña Radio.
Todavía sigue interrumpido el suministro eléctrico, la luz, el gas y las líneas de teléfono. Lo único que sigue activo son las réplicas del terremoto y mis compañeros de ABC, responsables de que las crónicas y un post como este, se publique a tiempo
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