El presidente Obama alertó ayer del peligro que corre Europa si cede a las tentaciones de fractura. La unión siempre hace fuertes a los pueblos, tanto como debilita la división. De nuevo el populismo, apuntalado en los dos extremos del arco político y asistido por el nacionalismo insolidario y la xenofobia, vuelve a galopar con fantasmas por una Europa anestesiada y vieja; falta de un liderazgo que ponga en valor todo lo bueno de ese gran proyecto de ciudadanía que es hoy la UE. Algo parecido le ocurre también a España. Patalean sobre ella, desbocados, los radicalismos y el separatismo excluyente. Campan a sus anchas por un país huérfano de un discurso político que enarbole las bondades de la democracia y señale sin complejos a quienes irrumpen con ideas caducas y tics totalitarios. Regresan, cual flautistas de Hamelín, dispuestos a tratar de vengar las frustraciones de todos aquellos que todavía hoy no saben lo afortunados que son por vivir en una democracia. Tiene que venir Obama a Europa para enseñarnos de nuevo el valor de la unión.