Por fin hemos escuchado a la ministra de Economía, Nadia Calviño, uno de los rostros más aplaudidos desde todos los ámbitos del Gobierno bonito de Sánchez, pero que ha sorprendido durante estos primeros 100 días de Gobierno por sus sonoros silencios.
Y debo reconocer que escucharla hoy, lejos de tranquilizarme, me ha dejado más preocupada que antes. Ni una sola palabra de autocrítica con las medidas de gasto anunciadas por los distintos miembros del Gobierno y más bien una amenaza de subida de impuestos si en el Congreso no les aprueban la nueva senda déficit, o lo que es lo mismo, si no les dejan endeudarse más. Y que nadie se equivoque, al final tener más margen de déficit es comprometer a los que vienen detrás para que paguen las deudas que nosotros hemos generado.
Pensé que nunca diría esto, pero echo de menos a Pedro Solbes. Al menos él advertía contra las medidas populistas de Zapatero que dispararon el gasto como el cheque bebé o el regalo de 400 euros a todos los contribuyentes, pero Calviño ni protesta, al menos en público.
“No hay lugar para políticas fiscales irresponsables“, ha dicho. Y no puedo estar más de acuerdo. Pero mucho me temo que para ella lo irresponsable sería bajar impuestos para incentivar el crecimiento económico y ayudar a disminuir el fraude fiscal. Para mí lo irresponsable es disparar el gasto, y no en inversiones, sino en gasto corriente, como empezó a hacer ya en los últimos meses el Gobierno de Rajoy, para lograr el apoyo del PNV a los Presupuestos, y como intenta hacer ahora el Ejecutivo de Sánchez con las cuentas de 2019, si es que las saca adelante.
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