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Castigo ejemplar

Yolanda Gómez el

El escándalo de las tarjetas «B» de Caja Madrid no deja a nadie indiferente. Está provocando la mayor cascada de dimisiones y ceses que probablemente se haya producido nunca en España y ahora el juez impone fianzas millonarias a los presidentes de la entidad que durante sus mandatos permitieron y utilizaron este sistema de incentivo a los directivos de la entidad, ellos incluidos.

Muchos de los que usaron esas tarjetas se defienden e, incluso, se sienten muy ofendidos por que se hagan públicos sus gastos. «Yo creía que era legal, que era parte del sueldo y que la entidad hacía retenciones por esos ingresos», apuntan algunos de los exdirectivos de Caja Madrid. Pero claro, si eso te lo dijera un ciudadanos de a pie, sin conocimientos fiscales, pues quizás te lo puedes creer, pero cuando quién hace estas afirmaciones son economistas de prestigio, inspectores de Hacienda, consejeros de grandes empresas o incluso ex ministros del ramo, pues es, cuando menos, poco creíble.

Y después de todos los episodios de corrupción que llevamos, después de los miles de millones de euros que nos ha costado rescatar a las entidades financieras, especialmente a Caja Madrid, conocer ahora las prácticas de sus exdirectivos provoca una gran alarma social y los ciudadanos ya no pasamos ni una. Quizás algunos de los que usaron estas tarjetas solo cometieron una infracción fiscal, no lo sé, los tribunales lo resolverán, pero desde luego están empezando a pagar ya el descrédito social de esa irregularidad.

En algunos sectores se critica al Gobierno y al nuevo presidente de Bankia, a José Ignacio Goirigolzarri, por haber sacado a la luz esta corrupción o corruptela, porque, argumentan, daña al sistema. No estoy de acuerdo. Creo que se equivocan. Precisamente para salvar el sistema debemos tener tolerancia cero con estas actitudes. Es el sistema establecido: el político, el económico, y ahora el judicial, el que tiene que destapar y castigar estas conductas. Y esperemos que algunos hayan aprendido la lección y que antes de poner en marcha este tipo de prácticas en sus empresas públicas o privadas, piensen que les pueden pillar y si les merece la pena arriesgarse. Por eso es importante que el castigo sea ejemplar.

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