A la vuelta de las vacaciones me ha sorprendido el empeño del Gobierno y de algunos políticos en hablar y en que hablemos de Franco, del Valle de los Caídos, de la Memoria Histórica, y no se lo que les parece a ustedes, pero a mí me da una enorme pereza. Creía que ya teníamos todo eso superado y les aseguro, que ni en la playa en la que he estado este verano, ni en mi pueblo he visto el más mínimo interés en el asunto. De modo que, si no les parece mal, voy a hablar de lo que a mí, como madre, como trabajadora y como ciudadana me importa, y son las cosas de comer. Lo que me interesa, en el comienzo del curso, es saber que los políticos que me gobiernan luchan por mejorar la calidad de las universidades, los institutos o los colegios en los que estudian nuestros hijos; que ponen las bases para que las empresas puedan invertir, hacer negocio, contratar a más gente y subir nuestros sueldos,… que se preocupan por garantizar las pensiones del futuro, no solo por contentar a los pensionistas que ahora salen a la calle… y un largo etcétera, y mucho me temo que nuestro Gobierno no tiene las mismas preocupaciones e intereses que yo y que buena parte de los ciudadanos.
Y los datos de paro hoy me dan la razón: 200.000 afiliados menos a la Seguridad Social en agosto. Es verdad que agosto siempre es un mal mes para el empleo, que muchas empresas aprovechan y dan de baja a sus trabajadores el mes de las vacaciones, pero también es verdad que todos los años tienen mes de agosto y que este es el peor de la última década. Probablemente no se podrá achacar todo a Sánchez y su gobierno, pero está claro que esta política de jugar al despiste, de anunciar una cosa y su contraria crea una enorme incertidumbre que flaco favor le hace a la economía española. Y esto sí importa.
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