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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Una mañana en Nueva York

Una mañana en Nueva York
Francisco López-Seivane el

Amaneció una mañana radiante en Manhattan el día que había planeado visitar el edificio de la Bolsa en Wall Street, donde en 1792 un grupo de comerciantes comenzó a reunirse bajo un árbol para hacer negocios, prefigurando lo que con el tiempo se convertiría en la Bolsa de Nueva York, probablemente la más influyente del mundo.

Wall Street sigue siendo la referencia mundial del dinero, La Bolsa que marca el ritmo al mundo.

Después me acerqué al archifamoso Museo Metropolitano, del que salí fascinado, tanto por su grandeza como por el contenido de sus colecciones. Al salir me fijé en que había también un edifico aledaño que contenía la colección de Arte Medieval. Supuse que se referiría al arte medieval europeo porque en la Edad Media americana los nativos no dominaban ni siquiera el arte de montar a caballo, que aprenderían más tarde de los españoles. Efectivamente, la colección comprendía una asombrosa y extraordinaria serie de obras traídas de Europa, principalmente de Italia y España, pero no solo. Lo más sorprendente fue descubrir unos frescos que habían sido traídos, con pared y todo, desde la Iglesia de los Santos Cornelio y Cipriano, de Revilla de Santullán, en plena montaña palentina, donde probablemente se halle la mayor concentración de arte románico del mundo. No eran los únicos, allí había también asombrosas reproducciones de claustros medievales traidos piedra a piedra desde monasterios españoles.

Este claustro medieval que se exhibe en el Metropolitan fue traído piedra piedra desde Castilla.

No muy lejos de se encuentra el célebre Central Park, así que decidí pasear por sus inmensas y cuidadas praderas. El parque tiene unos cuatro kilómetros de largo por algo menos de un kilómetro de ancho, una extensión superior a la de los dos estados más pequeños del mundo juntos: Mónaco y El Vaticano. Sin embargo, no llega a las dimensiones del Bosque de Bolonia de París y mucho menos a las de la madrileña Casa de Campo, que le cuadruplica en extensión. O a las del Fairmount Park de Filadelfia, diez veces mayor. Sin embargo, los casi cuarenta millones anuales de visitantes que recibe Central Park son muy superiores a los que visitan los otros parques mencionados en su conjunto e incluso quintuplican los que recibe el Gran Cañón del Colorado, del que les daré cuenta próximamente. En un momento dado de mi largo paseo por el parque me topé con un bonito edificio de ladrillo de una sola planta. Un letrero decía ‘Tavern on the Green’. Era el famoso restaurante que había visto en tantas películas, muy frecuentado por actores y celebridades. Aunque originalmente fue construido para servir de aprisco de ovejas, había terminado conviertiéndose en un lujoso y exclusivo restaurante con una inmensa terraza siempre abarrotada de comensales. Era la hora del almuerzo y tenía hambre, así que me senté en una mesa milagrosamente libre en la terraza. Para mi sorpresa había opciones veganas en el menú, así que no tuve mayores problemas para disfrutar de un sabroso almuerzo saludable en pleno Central Park por el módico precio de 28 dólares, bebidas aparte. Si alguna vez te dejas caer por esta fascinante ciudad, te recomiendo encarecidamente que no dejes de acercarte a Central Park y almorzar en la espléndida terraza de Tavern on the Green, toda una leyenda.

‘Tavern on the Green’, en pleno Central Park es una visita obligada para todos cuantos visiten por primera vez la ciudad de los rascacielos

 

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