En estos días postreros de junio se está celebrando en Bruselas uno de los acontecimientos más extraordinarios y esperados del año: el Ommegang. ¿Pero qué diablos es el Ommegang?. La palabreja quiere decir en flamenco algo así como paseo en grupo o procesión. No está claro, sin embargo, si es una procesión, un desfile o una recreación. En todo caso, es una tradición muy antigua, que se viene celebrando en Bruselas todos los primeros jueves de julio, pero que este año, excepcionalmente, tiene lugar del 26 al 28 de junio.
Para entender esta tradición no queda más remedio que bucear en al historia. En 1549 tuvo lugar el primer Ommegang, sin duda el más extraordinario jamás celebrado, para conmemorar nada menos que el anuncio de Carlos I (Carlos V para los belgas) de que su hijo Felipe II, allí presente, sería coronado rey en Bruselas, según me cuenta Gary Amseian Burillo, un joven de ascendencia armenio/española, que trabajó durante algunos años en la sección cultural de la Embajada de España en Bruselas y en la actualidad está involucrado en muchas de las actividades culturales que tienen lugar en esa ciudad.
Que el propio emperador viniera a Bruselas para coronar a su hijo fue un acontecimiento tan extraordinario que los flamencos no lo han olvidado aún y conmemoran cada año con gran pasión y fervor histórico. Lo de poner una pica en Flandes no siempre resultó fácil, como prueba la propia trayectoria del Ommegang, que empezó siendo una celebración religiosa y ha terminado convirtiéndose en una gran Parada, un espectáculo extraordinario, con carrozas, caballos enjaezados y vestuario de época, que rememora los tiempos del imperio. En la actualidad, se celebra durante dos o tres días para obtener mayor recaudación y está patrocinado por empresas o instituciones. Hace unos años la patrocinó nada menos que la Junta de Extremadura. No me pregunten por qué ni cuánto costó el empeño.
Los orígenes de esta celebración son, al parecer, de carácter religioso y se pierden en la bruma de la leyenda. Se dice que una dama robó en el siglo XIV una imagen de Nuestra Señora de la Rama en Amberes. Con ayuda de un barquero, la estatua fue traída clandestinamente a Bruselas escondida en un barco. Allí la recibió el Duque de Brabante y todos los principales de la ciudad, así como el gremio de barqueros, que estuvo implicado desde el principio en la operación. La imagen fue llevada en solemne procesión hasta la iglesia de Nuestra Señora del Sablón, que había sido construida poco antes precisamente por ese influyente gremio. Muy pronto prendió en la ciudad una gran devoción por la imagen, que pasó a ser conocida como Nuestra Señora del Sablón. Y desde entonces, cada año, el gremio de barqueros organizaba esta popular procesión con asistencia de todas las autoridades civiles y religiosas. Hasta que llegó Carlos V con su hijo… y ya conocen el resto.
Hoy día nadie se acuerda de sus orígenes, pero se dice que en aquella época no había pueblo en Europa capaz de una devoción tan intensa, de una reverencia semejante por el imperio y de una capacidad de diversión como la de los bruselenses, que en ocasiones podía llegar a ser surrealista y asombraba a todos los cronistas de la época. En Bruselas me aseguran que no había entonces pueblo más rico ni más locamente imaginativo que Bruselas y su comarca. El Ommegang es una herencia de aquellos tiempos, un espectáculo, una tradición, un día de gran fiesta que atrae a muchos miles de visitantes, llena los restaurantes y vacía las tiendas de chocolates. Un gran momento para conocer y disfrutar de una Bruselas festiva y para nada aburrida.
Entre el elenco de participantes representando los distintos papeles de la prosopopeya imperial, destaca cada año el del heraldo, que anuncia las buenas nuevas. Tradicionalmente se elige para heraldo a algún personaje destacado de la vida pública, habiendo sido designada por primera vez este año una mujer, Natacha Régnier, una afamada actriz, premiada en el Festival de Cannes y posteriormente nombrada mejor actriz europea. También desfilan en el cortejo, vistiendo ricos ropajes de época, una serie de personalidades, que van desde ministros hasta destacados periodistas, sin obviar los oradores y grandes cantantes líricos ni tampoco a los niños que representan a los infantes. Todos lo hacen encantados y lo tienen como un gran honor. Dado el carácter de esta centenaria conmemoración, creo que a ningún español debiera dejarle indiferente.
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