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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Hanoi: esencias de Oriente con un toque francés

Hanoi: esencias de Oriente con un toque francés
Francisco López-Seivane el

La idea que me ha quedado de Hanoi es la de una ciudad tranquila, afrancesada y permanentemente ceñida por la elegante curva del temperamental río Rojo (Song Hong), al que, sin embargo, la ciudad desdeña, prefiriendo mirarse en las aguas quietas de sus lagunas, en cuyas orillas numerosos ciudadanos saludan cada mañana los primeros rayos de sol con ejercicios de tai chi. Si las cosas no han cambiado mucho, y no lo creo, en Hanoi conviven dos mundos encontrados y armónicos: las amplias avenidas y soberbios edificios europeos del Barrio Francés y las plebeyas arterias del Barrio Viejo, por donde la vida asiática corre a borbotones, exactamente igual que las motos de todo calibre y baja cilindrada que abarrotan sus calles, moviéndose, como hormigas, con una precisión admirable.

Yoga al amanecer en una de las laguans de Hanoi/ Foto: F. López-Seivane
Personas de toda eda reciben el día practicando taichi junto a la laguna/ Foto: F. López-Seivane
No se por qué me vienen ahora a las mientes unas palabras que Sánchez Dragó me dijo con énfasis al saber que planeaba viajar a aquellos pagos: “Hanoi me encanta, es una de mis ciudades favoritas, un escondite maravilloso al que pienso escaparme en cuanto sea capaz de dejar este horrible país, que cada día me gusta menos”. Cuando Fernando habla con tanta pasión de algún sitio, ya se sabe que se trata de un lugar barato, donde habitan mujeres hermosas y los males de la civilización aún no han prendido. Quizá por eso no me sorprendió la extraordinaria juventud y exótica belleza de las vietnamitas. Es verdad que sus esqueletos son pequeños y delicados y sus pechos, muy breves; pero constituyen un dechado de proporción, auténticas diosas del Olimpo a escala reducida. Delgadas y elegantes, sus figuras parecen levitar en el espacio. ¡Y qué decir de esos rostros virginales, permanentemente iluminados por el fulgor de una sonrisa angelical! Al mirarlas, uno tiene la impresión de que su evolución se hubiera detenido en la pubertad, ya que la edad no deja señales de deterioro en su piel ni en su cuerpo ni en su mente que, como digo, jamás muestra otra emoción que la alegría perenne de una sonrisa. Incluso en la adversidad, acentúan el gesto, mostrando unos dientes sanos, blancos y perfectos, que bien podrían ahuyentar los maleficios. Lo cierto es que resulta muy difícil no sucumbir al encanto seráfico de esos rostros amables, como el de la diminuta camarera del hotel que solía servirme una cerveza Halida con la misma unción que si me estuviera entregando las llaves del paraíso.

La sonrisa, la mirada clara, la piel tersa son características comunes a todas las vietnamitas//Foto: F. López-Seivane

Jóvenes adolescentes descansan en el parque/Foto: F. López-Seivane

Algo así debió de percibir también en su día Amadeo, un español de ascendencia italocatalana, que llegó a Hanoi hace más de veinte años, nadie sabe a ciencia cierta si buscando la luz o huyendo de las tinieblas, conoció a la hija de un general del Vietcong, hoy ya retirado, se casó y decidió autoexiliarse aquí, montando con su mujer un próspero negocio turísticoViet y Co. Hoy es gente en Hanoi. Invitado habitual en las fiestas de todas las cancillerías, pasea a los visitantes más ilustres por la bahía de Halong en sus lujosos juncos de madera de teka. Lo primero que me espeta en la espléndida terraza del bar Latino del Hotel Melia Hanoi, el lugar más in de la ciudad, en pleno Barrio Viejo, es que este país no se parece a ningún otro.

– “Aquí el comunismo es un fenómeno singular que convive perfectamente con una economía de mercado. Sólo hay corrupción de baja intensidad y cualquier intento de comparar la realidad de Vietnam con la de Cuba o China, por ejemplo, sólo puede hacerse desde la ignorancia. Este es un gran país, muy bello y singular, donde viven gentes trabajadoras, educadas y responsables”.

Ya estaba al tanto de ese contradiós que impera en el Vietnam actual, donde los ciudadanos pueden ganar todo el dinero que quieran, pero no expresar libremente sus ideas políticas. ¿No ocurría algo parecido en la España de los sesenta? ¡A qué rasgarse la vestiduras, pues! Tras apurar la jarra de Halida, le prometí tener en cuenta sus palabras. Al fin y al cabo, desde el momento en que puse el pie en sus calles por primera vez, Hanoi ya me había parecido una ciudad singular, que combina sin estridencias todas las esencias de Oriente con un inconfundible toque francés. La revelación me sorprendió en mi primera salida del hotel, cuando en plena calle me llegó, entreverado con los especiados olores de Asia, el aroma del pan caliente que una zabarcera portaba sobre su bicicleta, camino del mercado. Y es que, herencia de la dominación francesa, las baguettes forman ya parte de pleno derecho del  rico paisaje urbano de esta sorprendente ciudad. La próxima semana les contaré más cosas de Hanoi.

Las zabarceras pasean con sus bicicletas por las calles de Hanoi/Foto: F. López-Seivane

Gran parte de la vida en Hanoi transcurre alrededor de sus lagunas/Foto: F. López-Seivane

Estampa clásica de una vendedora de fruta/Foto: F. López-Seivane

Para dimes y diretesseivane@seivane.net

 

 

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Francisco López-Seivane el

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