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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Peregrino en Shikoku

La isla japonesa de Shikoku vive impregnada del espíritu de su gran santo, Kukai, en cuyo honor se levantaron los 88 templos que hoy se recorren en un peregrinaje singular

Peregrino en Shikoku
Formidable puente tradicional, hecho a mano con materiales del bosque, sobre el río Iya/ Foto: F. López-Seivane
Francisco López-Seivane el

Una de las cosas que recuerdo con mayor deleite de mis viajes por Extremo Oriente es la peregrinación que realicé a los 88 templos budistas de Shikoku, algo que sueñan con hacer, al menos una vez en la vida, los casi diez millones de seguidores de la secta budista Shingon, que fundó el gran santo local, Kobo Daishi, también conocido como Kukai, aunque éste ya advertía a los peregrinos del siglo IX: “No os limitéis a seguir los pasos de vuestros mayores. Buscad lo que ellos buscaban”.

Una representación en piedra del gran santo budista Kukai/ Foto: F. López-Seivane

El peculiar itinerario reproduce los pasos de la peregrinación que el propio santo llevó a cabo en vida, visitando todos los lugares sagrados de la isla. Hoy día, esos lugares están ocupados por espléndidos templos, muchos centenarios, y casi todos enclavados en lugares de especial belleza. Para facilitar la peregrinación, todos ellos están numerados siguiendo un itinerario marcado que, en coche, puede llevar varios días, y a pie, varias semanas. El templo número 1 se llama Riozendji y el 88, Okuboyi (Gran Cueva). Entremedias hay que recorrer tres prefecturas, ochocientos kilómetros y muy diversos paisajes. Algunos de los templos están en lugares especialmente significativos en la biografía de Kukai. Por ejemplo, el número 75, que, en la pequeña ciudad de Zentsuyi, prefectura de Akagawa, ocupa el palacio en el que nació el santo y fue el primer templo que levantó en vida. Se trata de un complejo formidable que ocupa un recinto de 45.000 metros cuadrados. Una escalera cerrada al público desciende al Kaidan-Meguri, una sala subterránea de iniciación a la que se accede por un tortuoso pasillo que se recorre en la más absoluta oscuridad, sin otra ayuda que el tacto de una mano deslizándose sobre la pared.

Es muy frecuente que los templos estén adornados con figuras de piedra de pequeño tamaño, pero vestidas con telas multicolores/ Foto: F. López-Seivane

Otro de los lugares más emblemáticos, es el Hotsumisakiyi (Junto a las Cuevas), muy próximo a unas cuevas naturales que se asoman al mar en la prefectura de Kochi, donde el gran Kukai alcanzó la iluminación. El propio santo describiría después la experiencia como si “la estrella de la mañana que brilla en el cielo me hubiera entrado en la boca”. Aunque quizá el templo más impactante sea el número 21, situado en lo alto de una escarpada montaña, a la que se llega en teleférico sobre un dramático paisaje de bosques y rocas, donde Kukai pasó casi un año recitando sutras en absoluta soledad.

Este joven monje es el custodio del templo. Para mi sorpresa, me dijo que estaba casado y ¡era del Barça!/ Foto: F. López-Seivane
Templo nº 21 en lo alto de una montaña, donde Kukai pasó años meditando/ Foto: F. López-Seivane

Antes de iniciar el periplo, el peregrino ha de proveerse de un kit que incluye un sombrero cónico de paja, una yukata, especie de chaqueta/kimono de algodón blanco, una estola, un bastón y una bolsa de tela para llevar el rosario, las velas, las monedas y el libro de firmas. A la entrada de todos los templos hay un pórtico con dos estatuas de aspecto fiero, los guardianes. Ahí hay que inclinarse reverencialmente y entrar por el lado izquierdo.

Aquí me tienes, perfectamente uniformado y listo para iniciar la peregrinación/ Foto: F. López-Seivane

Junto a la pila de las abluciones suele haber una especie de paragüero donde se deja el bastón mientras se recoge agua con un cazo para lavarse las manos y llevar un buche a la boca, en un ritual de purificación. Acto seguido, se enciende una velita y se inserta en un candelabro. El siguiente paso consiste en ‘clavar’ tres bastoncitos de incienso en un gran incensario repleto de ceniza. Luego se deja en una urna una ‘tarjeta de visita’ con el nombre y la procedencia del peregrino y se echan unas monedas en el enorme cepillo que todos los templos tienen en lugar destacado. Tras lo cual uno ya puede situarse a la puerta del templo y, tras las reverencias de rigor, cantar sutras durante un buen rato. Como los templos suelen tener varios pabellones dedicados a distintas deidades, el ritual suele repetirse en cada uno de ellos. ¡Ah! Y que nadie olvide hacer sonar la campana al llegar a un templo para que la deidad correspondiente quede avisada del hecho.

Estos son los cazos que se usan a la entrada para beber y purificarse/ Foto: F. López-Seivane
Después viene clavar unas barritas de incienso y otros rituales/ Foto: F. López-Seivane
Finalmente, un devocional canto de sutras/ Foto: F. López-Seivane

Las visitas llevan su tiempo y cansan bastante, así que la mayoría de los peregrinos se dedica a reponer fuerzas en las izakayas del camino. La gastronomía de Shikoku es muy singular y muy variada, según regiones. Las distintas prefecturas ofrecen sus especialidades y parte del encanto de esta peregrinación moderna consiste en disfrutar las delicias gastronómicas de cada lugar. Mi recomendación es elegir siempre una Izakaya, especie de taberna que sirve menús largos (estilo tapeo) a precios muy buenos. Hay una en Tokushima, la capital de la isla, que se llama Tokusan. Es una especie de hostería informal con mesas bajas, donde se sirve una generosa selección de sus especialidades, regadas con muy buen sake.

Lo mejor viene al final del día, cuando el peregrino da por terminadas la jornada y entra a reponer fuerzas en alguna izakaya/ Foto: F. López-Seivane

La mayoría de los peregrinos suele alojarse en ryokan, hoteles tradicionales sin cama y sin muebles, en los que los baños son compartidos y los futones se extiende sólo a la hora de dormir, retirándose durante el desayuno, aunque lo mejor es informarse en la Oficina para la Promoción del Turismo de Shikoku: www.tourismshikoku.org. Otra ventaja de la peregrinación es que permite recorrer los parajes más hermosos de la isla, ya que todos los templos se encuentran en lugares privilegiados. Lo más llamativo de la región son los kazurabashi, puentes colgantes hechos de troncos y lianas retorcidas que servían para salvar las gargantas. En caso de necesidad, bastaba cortar ciertas lianas con un hacha para impedir el paso a cualquier ejército invasor. Aunque se trata de puentes medievales, siguen reconstruyéndose cada tres años por su valor histórico y su indudable atractivo turístico. Algunas de las gargantas son sencillamente imponentes, como las de Oboke y Koboke, que serpentean a lo largo del río Iya con sus aguas cristalinas entre farallones de roca. Hay barcos que las recorren en toda su extensión en una excursión altamente recomendable.

Formidable puente tradicional sobre las gargantas del río Iya, que debe ser rehecho cada tres años/ Foto: F. López-Seivane

Nota: Esta peregrinación se describe en detalle en la gran enciclopedia de varios tomos titulada ‘Japón, el archipiélago de la cultura’, una extraordinaria obra coral, de la que formo parte, que será presentada este otoño en España.

 Escucha aquí mis Crónicas de un nómada en Radio 5 (RNE)

 

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